Archive for the ‘Viajes iniciáticos’ Category

Ciegos sentidos

miércoles, septiembre 3rd, 2008

Escribo desde Oslo, pero para hablar de una iniciativa en mi país: «Lisboa sensorial». Es una manera diferente de (re)descubrir la capital de Portugal. Más conocido por la encantadora luz reflejada en la piedra blanca de su arquitectura, el centro histórico de Lisboa se ofrece sin embargo a los otros sentidos acoplados por el sonido del fado que sale de las ventanas y por el olor delicioso a sardinas asadas en la hora de la comida.

Este verano, el estudio de design interdisciplinar Cabracega invita a quien quiere descubrir estos y otros estímulos a pasear durante una hora, con los ojos cerrados, el barrio de Alfama, uno de los más típicos de Lisboa, guiado por un ciego…

Creo que esta iniciativa refleja una toma de conciencia acerca del potencial -turístico también- que acumula la riqueza multisensorial, no sólo en el interior de los edifícios sino también en el propio espacio urbano. Apunto aquí este enlace por si alguien desea saber un poco más sobre esta «sentida» experiencia:
 http://www.cabracega.org/lisboa-sensorial

Sara Silva Natária, arquitecta 

Un Eldorado en Chile

martes, septiembre 2nd, 2008

Vengo de darme una vuelta por las calles del barrio de Providencia, en el centro financiero de Santiago, en torno al hotel Intercontinental donde resido estos días. ¡Hay que ver lo que ha crecido esta ciudad! Pensar en la primera vez que estuve aquí…, apenas tres millones de personas la habitaban. Hoy se arraciman al pie mismo de la cordillera 6,7 millones de almas, como si un pasmo germinal les hubiera dado a todos sus vecinos, como si regalaran algo a la puerta de sus edificios.Recuerdo que aquellos tiempos, bajo la dictadura de Pinochet, los únicos vehículos que transitaban por sus calles eran los del cuerpo diplomático norteamericano, los haigas de las élites chilenas y multitud de guaguas (microbuses) atiborradas de pasajeros. Era una ciudad de (más…)

Pongamos que hablo de liturgias…

sábado, agosto 30th, 2008

Hotel Explora isla de Pascua

Días antes, semanas incluso, soñamos cómo va a ser nuestro hotel. Grande o pequeño. Bonito o feo. Articulamos en la mente el mapa de sus instalaciones, la tinta de sus atenciones, la caja de sus sorpresas. ¿Estará dura la cama? ¿Qué vena se nos hinchará al abrir las ventanas de par en par? Porque nos han prometido unas subyugantes vistas, quizá al mar, quizá a la montaña. Es céntrico, de hecho, muy céntrico. En el tercer ojo de la ciudad. O en el epicentro de la nada, pues nuestro hotel nos promete un descanso inolvidable. Tiene diseño, sí; se ve que lo tiene al hojear su web. ¡Mira esa foto! Y éste tan romántico, con su doselito y sus flores frescas en la encimera del lavabo… Ah, habitar en un palacio regio… Aquí si las piedras hablaran la voz delataría sus tres siglos de (más…)

Adiós a la isla de la mirada perdida

sábado, agosto 30th, 2008

MoaiMirar. Sentir. Soñar. Volver a mirar. Saber que miramos. Reconocer el horizonte. Asir lo inalcanzable. Imaginar lo remoto. Comprender lo inmediato. Atraer, retener, emprender. Humedecer con lágrimas el pañuelo que estamos a punto de arrojar a la papelera cuando el viaje ilusionado se agota y otra isla nos va reclamando ya el despertar de un nuevo sueño. Escapar. Y mirar, mirar, mirar.

Giro los ojos y asciendo a los cielos de obsidiana. Son mis últimas horas en la isla de Pascua. Y aunque emprenda el vuelo esta tarde sé que no abandonaré la ínsula jamás. La isla me toca. La isla me retiene. La isla me llama enamorada. Giro los ojos y tropiezo con la piedra angular de esta extraña y fantasiosa cultura Rapa Nui, la efigie inquebrantable del último moai, el de la mirada perdida, el del océano encontrado, el que me abrocha el cinturón secular de la esperanza.

Leo en algún lugar que el verdadero viaje de descubrimiento no consiste sólo en ver lugares sino en mirar con nuevos ojos. Lo escribió Marcel Proust. Y alguien añadió que la acción comienza realmente en el momento en que se piensa en ella. Pongámonos en marcha. El arquitecto chileno Pepe Cruz hurgó en el alma de la isla para embarazarse de un proyecto de hotel aquí dicho sustentable, el hotel Explora Rapa Nui. Obligado por ley, el promotor hotelero Pedro Ibáñez –una institución en Chile– se unió en matrimonio empresarial con el hacendado local, Mike Rapu, que puso a su disposición una finca aislada de hierbas, lavas y viento con vistas al mar. Anoche cené con él y su mujer, Soledad, licenciada en Biología, que se enamoró de este hombre sencillo veinte años mayor que ella y escapó al ruido continental de Santiago. En su pequeño cafetín, junto al centro de buceo, ahora elabora helados, cría a sus hijos, ayuda en los negocios de Mike y aprovecha el mucho tiempo que le resta para cultivar su espíritu. Mira al comensal con una proximidad equidistante al abismo que la separa de las miradas moais, los palimpsestos espirituales del lugar.

“Y tu mirar se me clava en los ojos como una espᅔ Tarareo la voz de Lole y Manuel como un introito a la reflexión sobre el concepto de no-lugar y de cómo éste debe ser mirado antes de su reconocimiento. Ya lo anticipamos hace unos días: saber mirar es un darse la vuelta, girar sobre el objeto, contornear su apariencia y descubrir en la cara oculta de la luna ese paraíso que todos llevamos en la piel. ¿Cómo explorar nada sin clavar los ojos en algo? ¿Cómo enamorar sin ser espada? ¿Cómo reconocer sin recorrer la galaxia de la piel? ¿Cómo escapar de la isla sin querer salir de ella?

Para resolver estas incógnitas debemos tomar ejemplo de lo que experimentamos días atrás en Valparaíso. La mirada, descartada al abordar un proyecto de arquitectura. Reneguemos de lo obvio, olvidémonos del espectáculo, indaguemos en la sutileza. Antes de imaginar, reconozcamos el lugar. No escudriñemos. Volvamos la vista atrás para ir más adelante. Todo empezó con un mirar en la penumbra, los ojos clavados en un perfil brumoso, el rayo verde al que aspiramos en cada puesta de sol.

A veces, las prisas nos dibujan un tirabuzón de miradas. No te las pierdas. Si vas a emprender un proyecto antes párate a mirar, luego a no mirar, para volver a mirar cuando hayas descubierto el secreto del lugar. Los romanos lo hacían. ¿Por qué no tú?

De amores llora una rosa / y le sirve de pañuelo / una blanca mariposa.

Mirar. Percibir. Escuchar el rumor del lugar. En la costa del tiempo yace varado un bote con el que huir de la isla. La caminata hacia la nave es larga, pero sé que llegaré. Volver a mirar. Vivir. Escapar.

Sin tu remo de cristal yo no sabría navegar.

Fernando Gallardo

La isla remota

martes, agosto 26th, 2008

Moais enla isla de Pascua

Me he despertado esta mañana en uno de los lugares más recónditos del planeta: la isla de Pascua. Yazco solo en mi habitación cuando amanece. Entra aire perfumado del mar y del bosquedal cercano a través de los filamentos que en los paramentos ha tenido a bien diseñar el arquitecto Pepe Cruz. Hablo del hotel Explora Rapa Nui, perdido en la soledad insular de los moais y los canchales de lava. Me siento aterrado y, a la vez, feliz. Nada se mueve afuera. Ni una hoja, ni un ave matutina, ni el fulgor del sol a través de las nubes que abrazan la isla desde su horizonte oceánico. El continente queda a 4.000 kilómetros de aquí. La ruina, mi Ruina habitada, algo más lejos: 17.000 kilometros.

A pie, a nado, no podría acometer de ningún modo la tarea del regreso. El aeropuerto permanece clausurado hasta dentro de dos días, que es cuando viene de vuelta el avión de Tahiti, hace escala en la isla y aterriza en Santiago de Chile. Llueve en mi memoria los párrafos que tanto me entusiasmaron en mi juventud sobre la expedición Akali de Santiago Genovés. Un grupo multiétnico de personas encerradas en una balsa a través del océano Atlántico. El antropólogo mexicano estudió así la teoría de la inescapabilidad. Cuando se vive encerrado sin la menor posibilidad de salir o nos amamos o nos devoramos. O primero nos destrozamos y luego nos convencemos de que lo mejor es sobrevivir en grupo, comprendiéndose y amándose.

Rapa Nui me devuelve a la realidad. De aquí no puedo salir. El gran expedicionario Thor Heyerdal, que anduvo por aquí descrifrando el misterio de estas estatuas de piedra, proponía la entelequia del estudio para valorarse personalmente. Sólo las personas que se valoran lo suficiente, sentenciaba, reúnen las fuerzas debidas para escapar de la prisión en que te encuentras por circunstancias sociales o geográficas. Pascua te impulsa al éxtasis y a la liberación. Es un tónico del sueño humano. La poesía de la soledad. El grito natural de la libertad. ¡Qué gran lección vivir encerrado y aprender en tu encierro a romper las cadenas! Pero, ¿de verdad queremos ser libres o sufrimos acaso el miedo a la libertad?

Quien recale alguna vez en Pascua debería portar como manual de viaje el libro de Erich Fromm, el Miedo a la Libertad, sí. Porque la aventura de la vida nos aproxima a esa inescapabilidad que decía Genovés, tan rica para comprender a tu vecino, tan expansiva para el amor verdadero.

Tales fueron algunas de las conclusiones a que llegamos el primer día de nuestras jornadas en Valparaíso. Jesús Castillo y yo tuvimos la fortuna de presentar ante un auditorio de más de 200 empresarios hoteleros, inversores financieros, arquitectos, diseñadores y estudiantes de hostelería nuestra visión de la Arquitectura de los Sentidos. La visualización de las imágenes sobre La Ruina Habitada impactó a todos. Los debates posteriores fueron fructíferos. Y no digamos las oportunidades de cambiar la faz de la ciudad oceánica con proyectos hoteleros de nuevo cuño que nos han decidido a exponer en España un plan inversor para el hotel de los sentidos. Pero lo verdaderamente rico fue el sentar las bases de esta nueva generación de hoteles que se perfila en el horizonte del viajero hedonista.

El hotel de los sentidos, convinimos entre todos, debe instaurar una liturgia de aproximación al mismo desde las propias condiciones de acceso, lo que ha significado para muchos de los asistentes a las jornadas una contravención de su ideario hotelero. Se debatió aquello porque en Chile, país aislado en los confines australes del planeta, lo prioritario en la memoria colectiva es comunicarse, tender puentes y, al final, carreteras que desvirguen los últimos territorios indómitos de la Patagonia, el desierto de Atacama, la Antártida o la isla de Pascua. A muchos chilenos les resulta incomprensible una propuesta contraria. No entienden las ventajas del aislamiento, ni que una parte de los beneficiados por la sociedad del bienestar frivolicen ahora sobre el atractivo de lo remoto en sus hoteles. Si pudieran se pagarían una carretera de asfalto hasta el mismo corazón del Paine o de Rapa Nui.

Y, sin embargo, la propuesta de un hotel de los sentidos obliga a que ya desde su acceso se articulen esas liturgias que nos transporta al mundo de los sueños y no de las realidades mundanas. Cuando más inaccesible sea un hotel, mayor será la aventura de su aproximación. Cuanto más lejano, mayor el deseo de llegar hasta él. A los chilenos que sufren las inclemencias de lo remoto les explicamos que un hotel en España, la Torre del Visco, constituía precisamente por su dificultad de acceso un atractivo mayúsculo para la clientela europea, que no puede cubrir 10 kilómetros de asfalto sin topar con alguna población de cierta entidad. Lejano o inmediato, nuestro hotel soñado debe invitarnos con pausa a entrar. Debe procurar que nuestro viaje de acercamiento sea prolongado y sugestivo, lleno de sensaciones. Dueño de una liturgia de bienvenida imaginativa.

El valor de lo remoto estriba en la poesía de la soledad. Es la primera sensación que he tenido esta mañana al despertar. Tres mil millas de océano a mi frente y a mis espaldas. Estar en una balsa o volando por encima de un volcán. Un auténtico alarido para los sentidos. El vértigo del vacío. Nuestro instinto de alerta más primitivo.

Fernando Gallardo 

La liturgia de la aventura

miércoles, agosto 20th, 2008

En bicicleta por el desierto de AtacamaDía de la bicicleta en Atacama. Desde las nueve de la mañana, un guía empleado en el hotel Tierra Atacama, dos jóvenes agentes de viajes catalanas y nosotros hemos emprendido una larga excursión ciclista que nos ha conducido hasta las lagunas saladas de Sejas, en un recóndito lugar a 17 kilómetros de San Pedro de Atacama. La mañana amaneció fresca. El cielo, totalmente despejado. Nada distraía el pedaleo a lo largo de la cordillera de la sal, salvo algunas risotadas del grupo provocadas por los frecuentes arenales que nos hacían derrapar. Eso y el buen humor de Silvia Roig (agencia Atlanta, de Barcelona, habitante de Facebook), vestida con una camiseta del Barça que procuraba no «contaminar» con ninguna salpicadura blanca de sal… ¡Estábamos de excursión!

A mediodía nos han adelantado unos caballos en dirección a la misma laguna que nosotros. En sus corceles, dos jóvenes alemanas y un nativo conocedor de la zona. Dos días de expedición ecuestre vivaqueando en medio del salar. Eran felices, estaban de excursión.

A la una, por fin el chapuzón en Sejas. Esta laguna salada genera la misma flotabilidad que encuentra un bañista en el Mar Muerto, así es que nadie pierde la ocasión para sacarse una foto con el periódico en las manos en medio del agua, como si estuviera asido del cielo por unos hilos invisibles o llevara pegado al trasero un flotador. Irregular en su trazado, la laguna albergaba en cada meandro un grupito de felices excursionistas, el nuestro entre ellos, todos cámara en ristre. ¡Qué sensación de libertad! ¡Qué plenitud de aventura!

Es difícil en una geografía tan trillada como la europea que los hoteles se promocionen bajo la fórmula del «todo incluido», aquí entendida como el binomio alojamiento+excursiones guiadas. Si alguno ofrece algo parecido es porque ha subcontratado la actividad con alguna empresa de actividades al aire libre o multiaventura. Pero aquí, en el desierto más árido del planeta, es lo habitual y nadie discute su idoneidad. Lanzarse a pie, en bicicleta, a caballo o en 4×4 por los confines de Atacama es una temeridad o un plan expedicionario hacia la aventura. Por eso todas las actividades al aire libre, fuera de los límites del hotel, llevan anexo un guía experimentado.

He conocido y disfrutado de estas prácticas en muy diversas regiones del planeta. Unas veces con bastante fortuna y otras, sometidas a la casuística de la naturaleza, resueltas de manera disparatada. Pero en todas he reconocido el escaso adiestramiento de los guías no en entender las claves de su entorno natural, sino el sortilegio emocional que para cualquier viajero representa una experiencia así. No vale con saber ir a un determinado lugar, lo que importa es la películo que uno llegará después a contar. Es la liturgia de la vida, el recorrer la senda por la que nuca más se habrá de pisar. Es comprender a Machado: «caminante no hay camino, se hace camino al andar». Y a Kavafis: «desea que el camino a Ítaca sea largo, lleno de aventuras y de experiencias».

En esta experiencia ciclista propuesta por el hotel Tierra Atacama no se ha cumplido exactamente lo que esparaba. El pedaleo bajo el aguzamiento pertinaz de nuestro guía por acelerar la marcha, su olvido de la mejor ruta para llegar al salar, su despreocupación por las condiciones físicas de cada uno, su inadvertencia sobre la virulencia del sol al cabo de unas horas de marcha y hasta su determinación por llevar de escolta una furgoneta de apoyo sin parar de ronronear y echar humo a nuestrras espaldas me parece una liturgia desagradable e inapropiada para cualquier excursión.

Un hotel no puede confiar a cualquiera estas actividades complementarias, so pena de ver deteriorada su imagen por la responsabilidad de terceros. Y, sobre todo, debería reflexionar antes en el significado emocional de su propuesta, pues sólo así puede diseñar un plan de excursiones en el que cada detalle se convierta por sí solo en una experiencia. En La Ruina Habitada hemos hablado muchas veces de liturgias… Las que se imponen dentro del hotel y también las que se viven fuera.

 Postdata. Escribo dificultosamente estas líneas con un ojo de pirata. El polvo y la sal sin la debida protección de aquellos cheches que usaba en mis expediciones por el Sáhara me han provocado una dolorosa infección de córnea. Echaré un vaso de agua a la Pacha Mama en cuanto me cure…

Fernando Gallardo

e-Pachamama

sábado, agosto 16th, 2008

Envueltos en el humo de hojas de coca de la pawa (rogativa animara), la comunidad de Macaya -a 130 kilómetros al este de Iquique- pidió que la Pacha Mama y el Tata Inti protejan cada una de las conexiones que desde esta semana llevarán Internet a este caserío de apenas 32 habitantes en el Altiplano chileno. Otra vez, la última de El Mercurio me ha despertado con esta noticia esperanzadora.

Porque es muy esperanzador que hasta los indios americanos salgan de su letargo histórico y se incorporen a nuestro mundo global desde la ventana promisoria de Internet. Igual se entretienen leyendo este Foro… Conocer lo que pasa más allá de nuestras narices, más aún, comunicarse con el otro lejano, dibuja un horizonte relativamente cercano que permitirá a las generaciones futuras una mayor comprensión sobre la naturaleza humana y la otra, de modo que sucesos como los acaecidos estos días entre Georgia y Rusia se recuerden como una broma del pasado, de aquellos tiempos en los que la estupidez humana no era una enfermedad genética o metabólica, sino la herencia del aislamiento y la incultura.

Conocer es comprender… Aquí, en España y en Sebastopol. Así que sueño con el día en que desde cualquier habitación de hotel pueda yo abrir la ventana de Internet y comunicarme con todos vosotros de igual modo que lo estoy haciendo desde la 1207 del Ritz-Carlton Santiago. Que, creedme, hace dos semanas me fue imposible hacerlo siquiera desde el hiperdesarrollado Aire de Bardenas, en Navarra.

¿A qué santo o santa debemos entonces invocar en España para que Internet llegue hasta nuestro particular Altiplano?

Fernando Gallardo

Viaje hacia los sentidos

jueves, julio 24th, 2008

Érase una vez una pequeña hotelera madrileña afincada en Sevilla (Hotel Holos) que por arte de birlibirloque conoció a un soñador que hablaba de liturgias. Este soñador, muy Gallardo, le invitó a su casa con la promesa de que haría un viaje hacia los sentidos, ruinas pasadas que darían paso a nuevos pilares del ser (mayo 2008).La experiencia fue tan inquietante y a la vez tan maravillosa que la pequeña decidió continuar las enseñanzas del maestro retomando el camino hacia la arquitectura de los sentidos (julio 2008). Quería ver si sería capaz de abrir los ojos y ver de otra manera lo que le rodeaba.La primera parada, como era de esperar, la hizo en Les Cols. Un “castillo de cristal” donde, en la puerta, le esperaba su princesa para tenderle una mano y ayudarle a conectar lo terrenal y lo onírico, la rigidez de la arquitectura y el mundo interior. Esa noche la pequeña creyó tocar el cielo. Soñaba con elementos que estaban y no estaban: la no-cama, el no-grifo, la poza purificadora de lo superfluo… El concepto de no-hotel tomaba carta de naturaleza. ¡Toda una experiencia que es necesario vivir!Bardenas RealesA la mañana siguiente y después de un “sí” desayuno en una “no” mesa, la pequeña decidió seguir el camino de la huerta y puso rumbo a Tudela, donde hizo su siguiente parada: el Aire de Bardenas. Contenedores de ensueño que emergían de entre los trigales acunándose en un río de piedras. Disfrutó tumbada en el alféizar de la ventana soñando con horizontes lunares donde las Bardenas Reales, los molinos de viento y todas las personas que allí estaban pasaban por la plazuela bailando al son que marcaba Eolo. La arquitectura se volvió más flexible y permitió a la pequeña jugar al escondite con los sentidos. Entre cajas de verduras, tuvo la suerte de volver a compartir con la dueña del lugar y con el Gallardo caballero experiencias y torrijas. Todo un deleite para el espíritu y para el paladar que nadie debería perderse.La tercera parada fue casi anecdótica: el hotel Tximista, en Estella. Untigua fábrica harinera junto a la carretera, donde la pequeña se dedicó a pasear por su jardín dejando reposar los sentidos. Pasó sin pena ni gloria. ¡No siempre todo va a ser de ensueño! Sin embargo, la pequeña no se conformaba con marcharse de Estella sin hacer los deberes, así que decidió emprender un paseo por el casco histórico de la ciudad -San Pedro de la Rúa, San Miguel- y comprobar cómo los arquitectos de antaño utilizaban también la arquitectura a su antojo en el diseño de las iglesias: columnas que se retuercen como divertimento para solucionar errores, torres que se levantan hacia cielo y claustros que con el tiempo pierden sus muros permitiendo así que se escapen sus plegarias.Desgraciadamente el viaje hacia los sentidos llegaba a su fin, rumbo hacia el último destino: Hegia, en Hasparren (Francia). Sin embargo y antes de que nuestros caminos se dividieran, el maestro propuso hacer parada y fonda visitando a unos amigos en el hotel Castillo de Gorraiz (Pamplona). Mujeres vestidas de blanco con sus recién estrenados maridos, peinados barrocos que adornaban las cabecitas, chaqués y perifollos se mezclaban con todo un ejemplo de cariño, trabajo, tesón e ilusión de unos hermanos que se nota ponen pasión y dinero en todo lo que hacen. Nos mostraron el ala nueva de su Castillo, donde dijeron haber aplicado a su manera, la visión crítica del caballero Gallardo. La cruz fueron los excesos en su decoración; por ejemplo, esas maravillosas obras de arte firmadas por manolo Valdés y semiocultas tras unas lámparas de fuego… La cara, esos platos y platillos que nos regalaron el paladar adornados con la exquisitez del trato que recibimos. ¡Cada uno a su manera, deberíamos aprender todos a trabajar con la misma pasión que ellos, los hermanos Díez de Ulzurrun, criados a los pechos de la histórica Venta de Ultzama, que sigue regentando la madre de éstos en el puerto de Velate!Finalmente y ya volando sin el maestro, pero acompañada de su amor sereno, la pequeña tocó tierras gabachas, donde se las prometía magistrales. Hegia no es un hotel convencional. Es una granja del siglo XVII donde el arquitecto jugó a aproximarse a la Arquitectura de los Sentidos: senderos de retama que te guían hacia el lugar como si de un ritual se tratara, escalera sublime donde las distintas aristas se acercan sin tocarse dejando espacio a las sutilezas, jardines maravillosos que coronan paisajes de cuentos de hadas, habitaciones donde confluyen algunos de los elementos vistos en anteriores paradas y un camino iniciático hacia el mundo del sentido del gusto, donde Arnaud -el propietario- nos esperaba para que compartiéramos con él y con el resto de sus “invitados” su casa y sus liturgias. Todo un lujo de detalles para vivir en comunidad (la pequeña echó de menos un poco de silencio y de intimidad donde perderse con su marido a pesar del entorno y de la preciosa habitación que le tocó en suerte). Habría sido un lugar mágico si el precio que pedían por compartir su mundo no fuera tan excesivo: ¡650 euros!Aquí terminó la pequeña su periplo, con la convicción de que este camino hacia los sentidos tiene que continuar. No quiere conformarse y pretende seguir aprendiendo, bien sea mediante su propia experimentación (seguro que iniciará nuevos viajes), bien por lo que los demás le cuenten de lo visto y aplicado por ellos.¿Alguien se anima a compartirlo?Carmen Ortega, hotel Holos (Sevilla)