ETA ha vuelto a demostrar en Mallorca la delgada línea evolutiva que hay entre el ser humano y la sabandija. El atentado que acabó con la vida de dos guardias civiles nos devuelve a la realidad cotidiana de hace algunos veranos, cuando infligir daño en la industria turística era un objetivo estratégico de este grupúsculo vasco con ínfulas patrióticas y cultura de petroglifo. Desmemoriadas, como toda causa nacionalista en el mundo globalizado de hoy, las alimañas de la foto no parecen haber considerado la inutilidad de su acción explosiva, que se viene repitiendo desde hace casi cuatro décadas sin mejor resultado que el de su propia extinción. El buenismo político, insufrible durante estos años, ha concluido con las recientes declaraciones del presidente Zapatero: los terroristas que hoy están en prisión marcan el camino de lo que les va a ocurrir a los que han asesinado: serán detenidos, condenados y pasarán su vida en la cárcel. Algunos de ellos, ya lo iremos viendo, harán gala de su patriótica honorabilidad y procederán a lo samurai Son una especie en peligro de extinción.
El sector turístico balear, mientras tanto, se afana en diluir los estragos causados por el crimen en el subconsciente colectivo de los centroeuropeos y salvar todo lo que se pueda una temporada de por sí nefasta, como si en la isla no hubiera pasado nada. Pero, ¡vaya si ha pasado, y muy gordo! Más que silbar mirando hacia otro lado, los hoteleros mallorquines deberían recordar sin la ayuda del fósforo las conclusiones de Jávea: cooperación, cooperación, cooperación O lo que es igual, enfrentarse a la verdad hombro a hombro y decirles a todos que es posible la vida aunque un peldaño más abajo se abran hueco las sabandijas.
Estamos cada día más preparados para utilizar las redes sociales en el márketing de nuestros negocios, comunicando voluntades y exigencias entre el hotelero y su huésped, atesorando conocimiento y aportando valor a la rueda de la vida. ¿Por qué no cooperar también a través de Facebook o Twitter con las Fuerzas de Seguridad en impedir que estos gusarapos de ETA se escurran por las alcantarillas? Alguien habrá que dé con la pista. O, simplemente, atestigüe que andamos tras ellos. En el mundo 2.0 no debe haber resquicio para su ocultación, por mucho que algunos pretendan la privacidad del mundo analógico.
Hace unos días, la cadena NBC estrenó en Estados Unidos una serie de televisión que amalgama todos los ingredientes del periodismo de investigación y el reality show. The Wanted, cuyo trailer puede verse en YouTube, es un docurreality cuyo interés consiste en encontrar, seguir y exponer públicamente a sospechosos de terrorismo como el fundador de Ansar Al Islam, Najmuddin Faraj Ahmad, protagonista del primer capítulo, en su residencia supuesta de las afueras de Oslo. El siguiente capítulo estará dedicado al sirio Mamoun Darkazanli, uno de los inspiradores de los atentados en el metro de Madrid. Imaginemos por un instante que la aplicación 2.0 de este programa sea el generar a través de Internet un movimiento de inteligencia colectiva en pos de la busca y captura de estos angelitos. Si decimos que el conocimiento en la red multiplica su velocidad y amplifica la memoria de todos, qué ejemplar sería el uso colectivo de esta tecnología de desratización para la proyección internacional del turismo en Mallorca.
Naturalmente que esta serie televisiva tendrá pronto sus detractores. Los periodistas en misión serían acusados de espías. El programa en sí mismo incitaría a la estupidez del espectador, e incluso bordearía los límites de la ética profesional. Los tres rambos protagonistas un ex boina verde, un ex marine y un periodista de televisión rayarían el filo de la ley, como el propio Rambo. Y qué decir de su conductor, el ex fiscal en jefe del Tribunal Penal Internacional para Sierra Leona, o sea, la Mercedes Milá de turno. Sin abundar en otros interrogantes sempiternos como el de la ética de la delación.
Pues qué le voy a hacer. Miro la foto que encabeza este artículo y lo siento mucho, pero prefiero el glamour de las portadas del Hola.
Fernando Gallardo (@fgallardo)