Archive for the ‘Arquitectura’ Category

Definimos tendencias, alumbramos el futuro

miércoles, enero 20th, 2010

Desde que emprendimos los encuentros hoteleros en La Ruina Habitada y, más tarde, este debate abierto que propone nuestro Foro todo el mundo percibe que estamos definiendo las tendencias de la hotelería y el turismo para los próximos años. No es nueva la iniciativa. De algún modo ya lo veníamos pregonando desde principios de los 80, cuando diseñamos un modelo turístico pionero en el entorno rural, como fue el proyecto Taramundi, en Asturias.

Luego nos inventamos la denominación Hoteles con Encanto®, cuyo impacto a través de la popular guía de Hoteles con Encanto definió un nuevo concepto que ha sembrado el país de negocios familiares sobre el yermo de una agricultura y una ganadería en retroceso. Tanto en la experiencia Taramundi como en la de los hoteles con encanto supimos adivinar las transformaciones culturales, sociológicas y económicas de los españoles, protagonistas del cambio turístico que ha quebrado definitivamente el atávico binomio sol-playa en España.

Y ahora, por las mismas, vislumbramos –y lo comunicamos enseguida– otro cambio de mayor envergadura en la redefinición del espacio y sus usos como motor de un nuevo turismo basado en las emociones y no en el consumo de un metro de arena o dos metros de cama. Estamos definiendo ya las bases ideológicas de los hoteles de los sentidos y el turismo experiencial.

Subidos a la cresta de este tsunami estamos los que queremos, más que sabemos, otear el horizonte para ver más lejos… Adivinar lo que (más…)

Emociones al cubo

sábado, enero 16th, 2010

casacubo3 Rotterdam, Holanda. Con el propósito de hacer la ciudad más pintoresca y reconocible, el Ayuntamiento convocó en el año 1978 un concurso para construir viviendas a lo largo de un puente pedestre sobre la calle Blaak. Su ganador, el arquitecto Piet Blom, ideó un bosque abstracto de árboles representados por cada cubo y su base. La estructura del árbol consiste en tres pilares de hormigón armado con bloques que rellenan los espacios entre ellos, lo que forma un tronco hexagonal que sujeta el cubo. Toda la estructura de madera está recubierta de fibrocemento con la intención de protegerla de la lluvia y el sol. Los cubos visten de cara paneles de zinc coloreados con fines aislantes. A sus pies se extienden terrazas vegetales que bordean el agua.

El conjunto es reconocible. Estas casas cubo (Kubuswoningen) se han hecho famosas en el mundo entero por su singularidad, condición de toda obra que pretende destacarse y constituir un atractivo digno de ser visitada. Lo que no se ve en la foto es el interior de cada cubo, distribuido en diversas áreas públicas y privadas en tres niveles cuya

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No stand!

martes, enero 5th, 2010

Fitur 2010 abre este año una semana antes de lo habitual, con menos superficie de la deseada, pero ávida de calor humano. Ya se ha dicho que las ferias difícilmente adquieren sentido en un mundo como el actual, hiperconectado y ultrainformado, salvo que se las valore por el escenario físico que generan para el encuentro de las personas y las ideas. Históricamente han sido el escenario elegido para mostrar al público las grandes innovaciones y los eventos más relevantes de la comunidad, además de colocar sobre el mostrador los bienes que cada cual producía. Era el momento de los mercados, del intercambio de los productos y los servicios… Aquellas manifestaciones periódicas ofrecían una posibilidad de encuentro para conocer los últimos avances en las distintas disciplinas innovadoras y creativas del hombre.

Las ferias suponían el mejor canal de difusión de la información –Fitur es un botón de muestra– y requerían por ello de grandes instalaciones creadas al efecto para conseguir llegar a un gran número de personas. Pero, con el tiempo, la lógica evolución del modelo aumenta el fasto y las ferias, en su afán de captar la atención del visitante, se engalanan y recurren a un lenguaje artificioso que se constituye como propio; un lenguaje de arquitectura efímera, de usar y tirar, con un periodo de caducidad muy corto, extremadamente corto, a lo sumo de cuatro días y los previos de montaje. El deseo de captar la atención hace que el lugar donde se van a mostrar los contenidos se convierte en objetivo prioritario. Y el espacio deviene hiperbólico, irracional y caro.

El contenedor se convierte en protagonista por encima del contenido. Y a partir de aquí, en nuestra carrera trepidante por diferenciarnos, los contenedores (stands) alcanzan una escala sobredimensionada en la que su rentabilidad flota por encima de las exigencias del mercado y cobra un protagonismo político. Así podemos llegar a ver verdaderos edificios dentro de los grandes espacios feriales.

En paralelo a la evolución de los stands se produce el avance en los canales de difusión. Los medios de comunicación y, ahora, las nuevas herramientas generadas por Internet ofrecen al gran público el acceso a una información que antes quedaba relegada a unos pocos y que convertían el evento ferial en uno de los escasos medios para mostrar un producto.

Encargado de diseñar el stand de la Junta de Castilla y León en las ferias de turismo, mi reflexión al respecto es que este cambio en la sociedad debe corresponderse con un cambio en la manera de contar nuestros contenidos. Los tiempos corren, las formas varían y nuestros recursos deben adaptarse a esta transformación esencial. Además, el actual panorama socioeconómico invita a la ruptura de los paradigmas y la consiguiente sustitución de los modelos vigentes. Y a hacerlo de manera responsable, coherente con este nuevo escenario de crisis, con sobriedad. La manifestación eufórica corresponde a otro tiempo. Ahora es momento de proponer nuevos conceptos. La importancia es lo que se cuenta, y la manera de contarlo constituye una apuesta por el cambio, por la creatividad y por la innovación.

Mi propuesta de stand para la Junta de Castilla y León en Fitur innova una manera audaz de mostrar sus contenidos, pero sobre todo un modo de contar a los visitantes cualquiera de las muchas historias que pueden originar los contenidos que se quieren mostrar. No existen las ciudades. No existen los lugares. Existe solo nuestra percepción de los mismos, y esa percepción es única y muy ligada a nuestra experiencia personal; por eso entiendo que los contenidos que se quieren mostrar constituyen una parte de lo que realmente significan. La otra parte es la persona, quizá la más importante; y por eso la manera que tengo de contarlo como arquitecto es muy distinta a la habitual porque es dinámica, cambiante. Personalizada a través de la animación física y no solamente por imposición gráfica o ideológica.

Qué difícil es para un arquitecto concebir un proyecto así… Dar forma a un no lugar, al no Fitur… El contenedor queda relegado a un segundo lugar y así se manifiesta en la formalización del stand. Un contenedor neutro de materiales asépticos, como fondo de escenario de la función que se va representar durante cinco días, sin más armazón que unos pilares, unas poleas y unas marcas en el suelo. La ingeniería provee de grúas y focos teatrales. La arquitectura traza solamente el vacío, un propósito de virtualización del espacio, y nada más. Un contenedor inexistente como éste aparecerá embarazado de contenidos en el único instante en que haya feria, pues solo existirá como contenedor mientras Fitur permanezca abierto al público, razón única para el acto social en cuyos distintos momentos se celebren distintas actividades, en muy variados formatos. Momentos y formatos en que el stand se irá transformando y donde la información se transmitirá a través de las personas que contarán una historia a quien la quiera escuchar. Y, de manera especial, donde los actores principales serán los visitantes que se acerquen a la feria a descubrir nuestro turismo.

Nadie se sorprenda, pues, cuando visite este año en Fitur el stand de Castilla y León y descubra en su lugar el no stand.

Jesús Castillo Oli, arquitecto | Comparte este artículo

Cuando la experiencia tiene nombre de mujer

lunes, noviembre 30th, 2009

Recién vuelto de Londres y sus salas de té -la visita a la capital inglesa deviene un viaje a los sentidos si se visita el St. James Restaurant, de Fortnum&Mason-, me dirigí a Les Cols. Es decir, el lugar donde la palabra sentidos aplicada a la hostelería adquiere su máxima expresión, o quizás uno de sus mayores exponentes. No me considero especialmente viajado, ni tampoco persona especialmente culta en cuanto a hostelería sensorial se refiere, pero la experiencia vivida en el viejo mas de la Garrotxa es quizás una de las más impactantes que se puedan tener hoy día en España.

Hablar literalmente sobre lo vivido en Olot estas últimas horas sería muy probablemente traicionar su espíritu. Descubrir lo que se puede encontrar en esos pabellones ya famosos en toda Europa (ver Le Figaro de la semana pasada sobre arquitectura aplicada a la hostelería) sería quitar toda la gracia a una futura visita. Conservar la capacidad de sorpresa es esencial cuando se va a visitar tan solo por un día -tal como a ella le gusta- a la persona que sencillamente enaltece la palabra hospitalidad. Me refiero a Judit Planella.

No es hasta llegar al edificio y encontrársela en esa casi telúrica recepción cuando uno entiende el significado de la griega palabra «leitourgia», liturgia: obra del pueblo. Sucesión de actos destinados a satisfacer el pueblo. Hoy en día su significado ha pasado a definir aquella sucesión de actos casi rituales que alguien hace para darle más énfasis a lo que practica. Eso es lo que hace la propietaria de los pabellones, pero con una salvedad: de manera absolutamente natural, sin un gesto de más. Los muchos años de ayuda a su familia en la posada familiar han sido una inconsciente escuela, sin duda. 

Así como podemos decir que los elementos y la naturaleza son la filosofía de Les Cols, tampoco se entendería el establecimiento gerundense sin una persona como su propietaria a la cabeza. Estoy convencido de que cuando el sr. Gallardo habla de liturgias de recibimiento, desayuno y despedida, piensa en Olot. Los detalles de bienvenida, las palabras justas, ese desayuno casi único -habrá otros de similares características, supongo, pero no en el mismo marco- y esa despedida sincera hacen aconsejable la experiencia… Por otro lado, este establecimiento es el triunfo de algo con mucho encanto en un entorno hostil. Pero para conseguir eso debe haber mucha implicación, un vaciado en el negocio sin límites, originalidad y, sobre todo, sensibilidad sin las afectaciones típicas de los grandes hoteles de siete estrellas, hoy tan en boga. Ello me hace reflexionar sobre el futuro de muchos hotelitos con encanto, hoy amenazados por urbanizaciones a su alrededor. Quizás el secreto de su pervivencia no se base en sus vistas, sino en las experiencias que puedan ofrecer muros o paredes adentro. Esto es, en la capacidad de sorprender con nuevas liturgias al viajero.

Si se aprovecha la visita para ir a cenar al vecino restaurante del mismo nombre -hoy galardonado con dos estrellas Michelin- se hará el completo, probablemente. Pero un consejo: al reservar, tomen mesa a las ocho de la tarde, pronto. Así les mostrarán esa obra de arte que RCR hizo en su día y les dará tiempo a acabar el menú degustación a una hora razonable: son 14 platos. Si no comen al mediodía, mucho mejor. 

Bernat Jofre i Bonet, hotel Son Esteve

El ritual de las sombras

miércoles, noviembre 4th, 2009

«Aquí la luz esculpe sombras en las rocas», me ha dicho esta mañana Felipe MacLean, gerente del hotel Alto Atacama, en medio del desierto de su mismo nombre. O, más precisamente, en medio de un circo rocoso espectral que me tiene subyugado desde hace un par de días. La frase no fue gratuita ni improvisada. Nos hemos pasado 48 horas reflexionando sin parar sobre la Arquitectura de los Sentidos y qué sentido tiene esta disciplina en el diseño de un hotel singular. Tras observar la atormentada morfología del paisaje, imbuirse gratamente de la genialidad del lugar, analizar en profundidad los pormenores de lo allí construido y saboreado un sorbete de guayaba bajo la sombra de un algarrobo descomunal, solo quedaba concluir que la experiencia allí vivida no tiene un ápice de circense, ni un atisbo de parque temático.

El desierto alrededor nos es tal cual. Sobrecogedor. Desgarrador. Magnético. Vibrante. Inasible. E insondable.

«El hotel debe interpretar el lugar, solo eso», añadí. Me ha dado siempre miedo ese tópico buenista de que los hoteles deben integrarse en el paisaje, a veces fundirse con él. Temo que esa fundición signifique camuflaje, es decir, un atavío de artificialidad para no robarle protagonismo al entorno. Y, ¿qué puede sugerir la integración? ¿Acaso una pérdida de singularidad? ¿Una merma de personalidad? ¿O una negociación artificiosa entre lo existente y el poder ser? No, la arquitectura que proponemos, el arte sensorial, se erige en valedora del paisaje porque lo interpreta, extrae de él todo su valor, postula su condición y valida su atractivo esencial.

Volvemos a la Arquitectura de los Sentidos como un panegírico de las emociones. La luz no debiera reflejarse en el objeto más allá de lo verdaderamente esencial. Por eso iluminamos mal, porque no aprehendemos la simpleza de lo existente y nos sube el ego eso de mostrar la complejidad emocional en una paráfrasis de Sartre en su Bosquejo de una teoría de las emociones. Volver a lo simple, realzar lo básico, se convierten en los atributos de nuestra condición humana.

La luz, así vivida, ejerce de escultora en nuestros más profundos deseos y ensoñaciones.

Me gustaría compartir aquí algunas imágenes de este ritual de luces y sombras:

La cucharada de arena

Ya están aquí…

Ellos son ellas

Singing in the age

La flecha de oro

Horizonte sintáctico

Cuchillos en el barro

Seca geometría

Las mil y una puertas

¿O eran mil solamente?

Y otra pregunta intencionada: ¿qué hotel conoces en el que la luz esculpa sombras?

Fernando Gallardo (@fgallardo) 

Colectivo Valparaíso

jueves, abril 23rd, 2009

Colectivo Valparaíso

La aproximación al Hotel de los Sentidos sigue su curso. En Chile, los cinco arquitectos que constituyen nuestro denominado Colectivo Valparaíso se reúnen periódicamente a analizar las posibilidades técnicas del proyecto, formular nuevos conceptos en su diseño, localizar los lugares más viables para su construcción y negociar con los propietarios y las autoridades locales todo lo necesario para que este hotel vea la luz con seguridad.

Estamos estimulando a este colectivo, desde España y desde Chile, para que extraigan de sus quehaceres lo mejor de sí mismos. Que nadie dude de que lo vamos a conseguir.

Éstos son sus perfiles:

 

Carlos Seisdedos Utrera

Arquitecto, nacido en Iquique (norte de Chile), 35 años, casado y con una hija. Su especialización en Patrimonio lo hace proclive a desarrollar conceptos inherentes a la ciudad de Valparaíso, Patrimonio de la Humanidad. “Estudié y trabajé en turismo por aquellos lares que me vieron nacer, generando un fuerte interés por el desierto y su habitar. Luego emigré a Santiago para terminar mis estudios de arquitectura, hasta que fui invitado o convocado hace cinco años por el arquitecto Carlos Urquiza para trabajar en el desarrollo de varios proyectos de hotelería, turismo y  gastronomía en Valparaíso”, así se presenta 6D2.

“Hemos logrado armar una oficina especializada en rehabilitación y revitalización de inmuebles con valor patrimonial. Nuestro desempeño independiente profesional nos ha llevado a desarrollar proyectos en diferentes lugares, desde proyectos de recuperación de oficinas salitreras y construcciones en tierra, en el norte de chile, proyectos turísticos en el Valle de Elqui, proyectos hoteleros y gastronómicos en Valparaíso y también en Santiago”, señala el autor de Casa Higueras, probablemente el hotel más lujoso de la ciudad y pionero en el concepto de hotel boutique que hoy afama a Valparaíso.

Carlos Seidedos y Carlos Urquiza dirigen actualmente la recuperación de una casa victoriana en el cerro Playa Ancha para uso hotelero con un alto nivel de diseño y decoración. Otros proyectos relevantes en la misma ciudad son Hotel del Vino, en el cerro Concepción , y un lodge ecológico en las islas Galápagos, Ecuador.

“Incubado en un taller de esta misma temática en el que tuve la suerte de participar, el proyecto del Hotel de los Sentidos propuesto por Fernando Gallardo y Jesús Castillo Oli supone un gran desafío personal, pero a la vez lo veo como un gran aporte a la arquitectura y hotelería que logrará revitalizar mucho más que un  inmueble de valor patrimonial; revitalizará, por sinergia, la ciudad entera de Valparaíso”, concluye este arquitecto.

 

Patricia Ojeda del Río

Arquitecta, nacida en Lovaina (Bélgica), 41 años, soltera y sin compromiso. Su peripecia familiar explica gran parte de su itinerario vital: “ luego de unos años entre belgas, mi familia se trasladó a Santiago de Chile, pero el Golpe Militar actuó como un revulsivo determinante para nuestra partida a Caracas, Venezuela. Allí vivimos ocho años, y asistí al colegio de la Alianza Francesa”. A los 15 años, Patricia regresó a Chile para terminar su educación en otro colegio de habla francesa. “Estas experiencias de cambio de países y culturas me exigieron la adaptación a diferentes culturas, lo cual ha sido determinante en mi carácter y forma de ver el mundo”, subraya la arquitecta, quien estudió más tarde Psicología y luego ingresó en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional Andrés Bello, donde obtuvo su licenciatura en el año 2000.

“En estos ocho años y pico me he dedicado al quehacer de la arquitectura en el ámbito público, desarrollando proyectos de educación pública como escuelas básicas, liceos de enseñanza media y escuelas para niños de riesgo social”, informa Ojeda, cuyos trabajos han sido publicados en las ediciones del Ministerio de Educación Pública. Por otro lado, en el ámbito de la arquitectura patrimonial ha participado en la institución que tiene la tuición de los edificios protegidos por la Ley de Monumentos Nacionales, el Consejo de Monumentos Nacionales.

“Hace un año decidí ejercer la profesión de forma independiente y en este tiempo he diversificado las áreas de acción diseñando proyectos habitacionales, proyectos de arquitectura interior, realizando un plan de manejo para Monumentos Históricos y también en aquel inolvidable Taller de Arquitectura de los Sentidos que organizaron en agosto 2008 el arquitecto Jesús Castillo y el crítico de hoteles Fernando Gallardo”, concluye Patricia Ojeda, quien anda ahora enfrascada en el estudio dinámico de la espiral de los sentidos y en diversos proyectos relacionados con los anhelos del ser humano que va a habitar la arquitectura.

 

Fernando Vogel

Arquitecto y Diplomado en Gestión Inmobiliaria en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Master en Restauración Arquitectónica en la Universidad Internacional SEK. Tras haberse especializado en temas urbanos durante los últimos años de Universidad, trabajó en diversas consultorías urbanas en la segunda mitad de los años 90, periodo que aprovechó para viajar por Europa, Estados Unidos y Latinoamérica en el conocimiento de proyectos urbanos y arquitectónicos de interés. Además participó en diversos seminarios y congresos, como el de la Unión Internacional de Arquitectos en Barcelona, en 1996.

“Después de verificar empíricamente la baja proporción de proyectos urbanos que en nuestro país llegan a ejecutarse según criterios de calidad arquitectónica, decidí montar una oficina dedicada al desarrollo de proyectos de arquitectura y asesorías integrales, incluyendo el área legal”, enfatiza Vogel. A partir de ahí comienzan a llover los encargos: restaurantes, bares y cafés, como los del microbarrio santiaguino Concha y Toro, que debería ser considerado por los padrinos del Proyecto Valparaíso. Su trabajo consistió en el diseño arquitectónico de estos espacio, la elección de lugares de emplazamiento e incluso la obtención de las autorizaciones de funcionamiento. “De la misma manera he abordado diversos proyectos de carácter industrial”, rubrica el arquitecto, para quien su disciplina incluye también “la búsqueda de diferentes formas de abordar los proyectos, el trabajo multidisciplinario y la intención de lograr una mirada integral y propia de la arquitectura”.

Varios de los encargos implicaron intervenciones en edificios de cierto valor patrimonial, que le condujeron a obtener un Máster en Restauración en 2005. Desde esa fecha ha participado en distintos seminarios para profundizar principalmente en esa temática. Entre los proyectos que tiene entre manos se cuentan “dos anteproyectos que actualmente estoy elaborando para Hoteles Históricos en algunos barrios patrimoniales de Santiago, y un análisis preliminar para un hotel con encanto en la costa central de Chile”, anuncia Vogel, que se confiesa además fiel lector de la guía de Hoteles con Encanto, de EL PAÍS-Aguilar.

 

Rodrigo Asencio Angulo

Arquitecto por la Universidad Mayor de Santiago de Chile, realizó sus estudios de primaria y secundaria entre Chile y Venezuela, adonde vivió siete años, en la capital, Caracas. “La opción de la arquitectura como forma de vida la tomé al entender que es la profesión más versátil”, interpreta Asencio, “donde se debe entender el desarrollo de todas las actividades para las que se crean los espacios”. Al término de su carrera universitaria, trabajó en el servicio público durante cinco años, en SERVIU Vª Región, donde adquirió la experiencia necesaria en la construcción y en el diseño de proyectos gubernamentales, así como en el desarrollo social y urbano.

Paralelamente se perfeccionó en la prevención de riegos, incendios, etc., y obtuvo en la Universidad de Chile un Diplomado de Gestión Inmobiliaria, para abordar enseguida metas mayores, como el Máster en Medioambiente Urbano y Sostenibilidad (MAUS) que realizó en la Universidad politécnica de Catalunya, Barcelona. Al regreso de España se desempeñó en proyectos privados de desarrollo urbano. “Comencé entonces a trabajar en proyectos de remodelación y puesta en valor de inmuebles patrimoniales con mi propia empresa, ARQAS Arquitectura, Diseño y Construcción. Actualmente estoy desarrollando en Valparaíso diversos proyectos de turismo y gastronomía. Estos proyectos involucran desde la arquitectura a su materialización, pasando por el diseño de muebles, lámparas y todos los elementos que se incorporan en dichos proyectos”, informa el arquitecto.

Recientemente le fue adjudicado un proyecto Sercotec a través de su Taller de Carpintería Patrimonial, donde no solo se fabrican muebles de diseño, sino que se trabaja en la recuperación de inmuebles y la puesta en valor de los espacios, desde la estructura hasta los detalles constructivos.

“El atractivo que encontré en el Hotel de los Sentidos va muy de la mano con lo que me estoy dedicando hace algunos años, justamente trabajar con los sentidos de los que habitan los espacios”, subraya Asencio. “Quiero proponer allí experiencias únicas”.

 

Isabel Soto Luque

Arquitecta por la Pontificia Universidad Católica de Chile, recibió su titulación superior en 1984. En estos 20 años de ejercicio profesional, ha desarrollado su profesión en el ámbito del diseño y la construcción de viviendas, equipamiento y arquitectura interior en el Litoral Central de Chile, principalmente en Santo Domingo y San  Antonio. Es, actualmente, la coordinadora del Colectivo Valparaíso.

“Mi especial interés ha sido generar obras que dialoguen con el entorno, incorporen al sol  y acojan profundamente la vida de sus habitantes”, declara por principio Soto Luque, quien se confiesa una apasionada de la fotografía “como una forma de creación paralela que me permite canalizar mi búsqueda de color y texturas para la arquitectura”. Y añade: “en estas últimas fechas estoy incorporando nuevas exploraciones a mi quehacer; la realidad es multidimensional y compleja y surgen temas diversos que establecen insospechados cruces, como el trabajo comunitario, el patrimonio, la sustentabilidad, la armonización espacial y, muy recientemente, esta Arquitectura de los Sentidos que nos tiene reunidos a cinco arquitectos jóvenes chilenos en el apasionante experimento del Colectivo Valparaíso”.

 

Doy fe, porque fui testigo excepcional del taller, de que este colectivo de cinco arquitectos auxiliado espiritualmente por el autor de La Ruina Habitada, Jesús Castillo Oli, van a engendrar un proyecto sin parangón ni límites. La sangre que corre por sus venas es creativa, imaginativa, subversiva, extraordinariamente fértil en la conceptualización de los espacios. Pero, además, es una sangre cálida que acoge volúmenes, materiales y almas de personas. En un fluido generoso, curioso, avispado, lleno de sensibilidad y no exento de sentido práctico. Son promotores y albañiles de sus propios edificios. Por eso, porque no se les caen los anillos por trabajar en lo que aman, se han guardado en el armario todo el ego de los arquitectos y se han unido para alumbrar un experimento que nadie sabe cómo saldrá. Ni ellos mismos. Solo saben, como sé yo, que cinco mentes engendran más que una. Y que el resultado final estará más próximo que cualquier otra idea a esa terra incognita de los antiguos mapas que despiertan hoy nuestros sueños.

Pura razón de vida.

Fernando Gallardo

Discapacidad para acomodarse mal

martes, marzo 31st, 2009

endless-road

Me propone Leda Giordano que escriba algo en el Foro sobre la accesibilidad en los hoteles.  “El Nautilus ya tiene 25 bungalows adaptados, rampas y baños sin barreras, y pronto la piscina será accesible también. El amor, la unión y la colaboración mueve planetas. A ver si entre todos conseguimos una isla sin barreas”, me cuenta la directora del hotel Nautilus Lanzarote Art&Biosphere Bungalows. Luego opina que la accesibilidad  no quita que los hoteles sean también bonitos, sin que parezcan “verdaderos hospitales con mal olor”, como ha visto en otros lares, y que su Nautilus acaudala obras de arte en cada rincón, pero es accesible y acogedor.

A continuación me adjunta un documento de la asociación de personas con movilidad reducida Palante, firmado por Estrella Nicolás. En él subraya la escasez de hoteles realmente adaptados en España, por lo que “sería interesante que alguien tratara los temas de la total accesibilidad dentro de estos recintos, desde el comedor y self service al acceso a bañarse en la piscina, por poner un ejemplo. El tema del transporte es fundamental, al igual que el hecho de que se cumpla la normativa en restaurantes, pubs o cualquier local comercial. La prioridad es que al hacer estos lugares de acceso universal lo hagan seria y responsablemente, de manera que luego no nos encontremos con sorpresas (rampas-trampas…) que finalmente no den soluciones y hayan generado un desembolso importante de dinero.”

También reflexiona sobre el acceso en Lanzarote hasta la misma orilla de las playas, así como “la posibilidad  de movernos libremente por zonas como Puerto del Carmen, donde hay una temperatura… terapéutica.” Y sigue diciendo que “lograr la mayor independencia en entornos de ocio y naturales (playas) como éstos es imprescindible y lo es por derecho, sin que generen ningún impacto medioambiental y respeten los valores de sostenibilidad.”

Finalmente, Leda me adjunta otro documento suscrito por Miguel Ángel Oribe pidiendo a las autoridades turísticas de la isla el acceso a diversos puntos turísticos en silla de ruedas. “Sería oportuno revisar los puntos turísticos de la isla como el Mirador del Rio, los Jameos del Agua o el Jardín del Cactus”, señala el remitente, “a fin de crear un camino liso en todos ellos con un ancho de 1.10 aproximadamente para que las personas en silla de ruedas podamos visitarlos con comodidad.”

Confort, accesibilidad, adaptación… Siento que mi opinión contraria a esta fiebre de lo accesible no sea la políticamente correcta. Llevo 22 años incluyendo un dato informativo sobre la accesibilidad del hotel en cada una de mis críticas semanales en El País. Lo mismo hago con meticulosidad en todas y cada una de mis guías, publicadas por El País-Aguilar. Y también con las fichas referidas a cada establecimiento de los recomendados en Notodohoteles.com. Participo cada dos años en el jurado de los premios Gran Hotel, uno de ellos dedicado especialmente a los hoteles accesibles. Y creo que he conseguido más por los colectivos de discapacitados que algunos de los que hoy se postulan como redentores de la humanidad inhábil.

Pero lo que me parece un auténtico desvarío es pretender que todos lleguemos a todos los sitios. Lo digo en alto: soy un discapacitado. Desde que vi en televisión, aquella noche de julio de 1969, el pie de Armstrong en la luna soñé que con el tiempo yo también pisaría la superficie lunar. No puedo. Años más tarde, quise emular a Alain Prost y ser piloto de Fórmula 1. No logré vencer el miedo de ir a 300 kilómetros por hora, ni tampoco quería acabar como su contrincante Airton Senna. En mis excursiones veraniegas por las montañas sufro tanto que ya me he convencido de no poder escalar jamás el Everest.

Soy un discapacitado, un hombre limitado físicamente para acometer muchos de los objetivos que puedo desear. Y, sin embargo, no soy un infeliz. Me habría entusiasmado vestir alas, como otros seres vivos. O tener branquias que me permitieran extasiarme con los fondos marinos sin controlar el aire que me queda en la botella. O ser araña y tejer un hilo que me ascienda a la estratosfera. Pero vivo feliz pese a mi incapacidad vertebral, pulmonar, pterigógena.

Así que no pretendo llegar a todos los sitios a costa de devaluarlos o quebrar su mítica de inalcanzable. No estoy de acuerdo con tender una escalera al cielo, aunque idolatre a Led Zeppelin. Ni con elevar un teleférico hasta la cumbre del Aconcagua. Ni con llevar electricidad a la Habitación de Cera, en la cima del Roc del Maure. Ni con abrir una carretera hasta Bulnes, en los Picos de Europa.

Tampoco estoy a favor de la comodidad a ultranza, de ese concepto enfermizo de accesibilidad que sacrifica la historia, la condición auténtica y el valor arquitectónico de un castillo medieval al instalar un ascensor para acceder a sus almenas, como se ha hecho en más de un parador de turismo. La escalera para quien la trabaja. La cumbre para quien la respira. La verdad para quien detesta la mentira.

Tal vez no podamos alcanzar cumbre, como Hillary, pero ella está ahí y eso le otorga un valor especial. Uno de los hoteles más apasionantes de la península Ibérica, La Reserva Lodge, atrae más que nada por su aislamiento: a él se llega por una pista de grava de 16 kilómetros prohibida a los vehículos particulares. El día que lo hagan accesible se habrá terminado el hotel.

Celebro que la hotelería española se haga más amigable con las personas sea cual sea su clase y condición. Que se tiendan puentes sostenibles a aquellos que los necesiten mientras no se lesione su carácter, ni el espíritu del lugar. Y seguiré informando a mis lectores sobre la accesibilidad de los hoteles que recomiendo. Pero jamás daré crédito a un plan de destrucción accesible o a una normativa que obligue a colocar una rampa cuando se ve que la pared invita a gatearla.

Seamos incapaces, minusválidos, de vivir cómodos a cualquier precio.

Fernando Gallardo

El vals de los sentidos

jueves, marzo 26th, 2009

Stanley Kubrick nos dejó hace tiempo tras haberse consagrado como uno de los directores que más han buscado en la historia del cine la relación del hombre con sus sentidos. Ha pasado a la historia por ser un director diferente. Toda su filmografía es una muestra de ello.

Quisiera revisar su película quizá más admirada o espectacular: 2001, A Space Odyssey (2001: una Odisea del Espacio). Y quiero volver a algunas de sus escenas para justificar lo que voy a decir y dilucidar hasta qué punto se recrea el cineasta en la búsqueda de sensaciones humanas: la escena donde aparece un salón blanco con muebles rojos minimalistas [esta secuencia fue rodada íntegramente en el hotel SAS de Copenhague, diseñado por el genio arquitectónico de Arne Jacobsen].

Pensemos que la película tiene ya 40 años, y en esa escena todo son curvas en movimiento: las sillas, el decorado oval, la profundidad de la sala… El sonido monocorde de las voces que nos pega a nuestra butaca de espectador y nos hace sentirnos bien desde el inicio para escuchar… Para captar… ¡Da hambre…!

Sigue con la base espacial en forma de rueda que gira en el espacio a ritmo del Danubio Azul y que muestra a los astronautas en varios planos: unos llegando en su nave a la abertura central de la base que está en el eje de la gran doble rueda, otros trabajando en espacios perpendiculares al ángulo de atraque de la nave. ¿No hace lo mismo cada millonésima de segundo un espermatozoide para entrar en el óvulo?

Ahí, de nuevo, la curva es la línea dominante y la recta, aquella que la desafía. Después se observa a dos de los navegantes que duermen en un sarcófago de hibernación con un sueño que se sale bastante de lo que entendemos por sueño: es una mezcla de muerte y de vida… Otro navegante corre en la cinta de la rueda interminable cuya percepción principal para el espectador no es la carrera externa, sino la respiración interna y el fluido de la sangre que llega y sale del corazón para realizar el ejercicio.

Me llamó la atención también una de las escenas finales donde Bowman, el astronauta superviviente, aparece acostado en una cama de lo que bien podría ser un hotel, decorado entre un ligero rococó blanco de Carrara y un minimalismo visual, para concentrarse de nuevo en el actor. El acostado mira al techo impoluto y respira… No se mueve… Busca la mínima sensación perdida en la soledad. ¿Cuántas veces? Esto es lo único que el cliente desea encontrar en su cuarto, en posición horizontal, cuando todas sus células se reposan en un dulce contacto con las sábanas o el edredón. El resto del dormitorio sobra. Solo existe una sensación sublime de bienestar.

Por último, y en la búsqueda del símbolo que representa el traspaso del conocimiento o el momento de contacto en una etapa evolutiva del hombre, Kubrick encuentra un elemento arquitectónico simple y crucial en una losa negra, monolítica escultura que se mantiene en pie y que expone su desnudez, pero también su vida (expresada en las radiaciones que emite) para que simios, hombres y superhombres la toquen y se inyecten… Aquí es el sentido del tacto el rey. Y el del oído, la reina, que actúa de cuña para hacerse oir. De nuevo la sensación de tocar algo suave, black -y casi ilimitado como la pista de la cubierta de un portaviones para un mosquito-, prevalece ante cualquier otra sensación. La belleza del horizonte liso. La Losa Lisa.

Quien vuelva a ver la película encontrará 2001 detalles sensoriales que configuran esta obra de arte cinematográfica. Muchos de ellos, si no todos, podrían ser extrapolados a otra de las Bellas Artes: la arquitectura. Y a su nueva sobrina: la Arquitectura de los Sentidos.

Que no se acabe el vals.

Rafael Moreno, experto en márketing de hoteles