«Aquí la luz esculpe sombras en las rocas», me ha dicho esta mañana Felipe MacLean, gerente del hotel Alto Atacama, en medio del desierto de su mismo nombre. O, más precisamente, en medio de un circo rocoso espectral que me tiene subyugado desde hace un par de días. La frase no fue gratuita ni improvisada. Nos hemos pasado 48 horas reflexionando sin parar sobre la Arquitectura de los Sentidos y qué sentido tiene esta disciplina en el diseño de un hotel singular. Tras observar la atormentada morfología del paisaje, imbuirse gratamente de la genialidad del lugar, analizar en profundidad los pormenores de lo allí construido y saboreado un sorbete de guayaba bajo la sombra de un algarrobo descomunal, solo quedaba concluir que la experiencia allí vivida no tiene un ápice de circense, ni un atisbo de parque temático.
El desierto alrededor nos es tal cual. Sobrecogedor. Desgarrador. Magnético. Vibrante. Inasible. E insondable.
«El hotel debe interpretar el lugar, solo eso», añadí. Me ha dado siempre miedo ese tópico buenista de que los hoteles deben integrarse en el paisaje, a veces fundirse con él. Temo que esa fundición signifique camuflaje, es decir, un atavío de artificialidad para no robarle protagonismo al entorno. Y, ¿qué puede sugerir la integración? ¿Acaso una pérdida de singularidad? ¿Una merma de personalidad? ¿O una negociación artificiosa entre lo existente y el poder ser? No, la arquitectura que proponemos, el arte sensorial, se erige en valedora del paisaje porque lo interpreta, extrae de él todo su valor, postula su condición y valida su atractivo esencial.
Volvemos a la Arquitectura de los Sentidos como un panegírico de las emociones. La luz no debiera reflejarse en el objeto más allá de lo verdaderamente esencial. Por eso iluminamos mal, porque no aprehendemos la simpleza de lo existente y nos sube el ego eso de mostrar la complejidad emocional en una paráfrasis de Sartre en su Bosquejo de una teoría de las emociones. Volver a lo simple, realzar lo básico, se convierten en los atributos de nuestra condición humana.
La luz, así vivida, ejerce de escultora en nuestros más profundos deseos y ensoñaciones.
Me gustaría compartir aquí algunas imágenes de este ritual de luces y sombras:
Y otra pregunta intencionada: ¿qué hotel conoces en el que la luz esculpa sombras?
Fernando Gallardo (@fgallardo)
Cuanto bello trazado hay en las formas de este ritual de luces y sombras con que nos soprendes en éste día tristón y depresivo.Tengo la impresión que cuando se acomete un proyecto todo va demasiado deprisa para preocuparnos de las sombras, quizás porque perdemos demasiado tiempo en lo superfluo y le prestamos poca atención a lo verdaderamente importante.Quiero volver al arquitecto Mies van der Rohe: La arquitectura es la expresión visible de un punto de vista que otros desean compartir».
Ya queda menos para abrazarnos en Solares.