Que los bancos son los culpables de la recesión económica actual es algo que nadie pone ya en duda. Me lo decía el otro día un experto en crisis. El sistema bancario internacional se ha confabulado contra nuestro calvo de la suerte. Su soplo, con la mano bien abierta de euros, nos tocaba a todos de presentes antaño impensables. Nada de varitas mágicas, que eso pertenecía a la iconografía feérica. Nuestro calvo nos hacía ricos a soplidos.
Hasta que los bancos dijeron basta, los muy c… Te habían suspendido en Literatura o en Historia del Arte, me informaba el experto, y su soplo te catapultaba hacia el éxito por la vía directa del emprendimiento hotelero. Te daba un ataque de estrés, y su soplo te encaminaba hacia el edén de la pausa y el paisajismo zen. Y si recibías en herencia una casona o un cortijete ya ni te cuento, apostillaba el individuo con estudiado ademán de retirar sus anteojos de la hoja Excel.
El soplo del calvo consistía en un simple acto ante notario. Era la terapia del préstamo bancario. Suspendido como estabas en el currículo universitario, atacado de los nervios como las mujeres de Almodóvar, rentista incómodo de esa ruina que te había legado la abuela, acudías a tu sucursal sin corbata ni nada y salías a los pocos minutos con un crédito hipotecario para montar un hotel con encanto. Obviamente, salías… encantado.
Al cabo del tiempo, te dabas cuenta del incordio en que te habías metido. Aquello te superaba. No tolerabas las exigencias de tus huéspedes. Menos mal que no se te había ocurrido dar cenas, que igual la ocurrencia te habría costado el divorcio. Pero, ¡anda que irte a un lugar tan perdido para recibir a turistas protestones de fin de semana! Y tus hijos, con el prurito que te daba el saberte su mecenas en la vida…, nada de nada, que se van a estudiar ingeniería comercial a Boston, que no te jubilan en el hotelito de marras, que te ves caduco mirando cómo tu mujer hace camas. Un empresario te sentías, y ¿en qué has caído?: en un obrero de la habitación… No puede ser. Hay que viajar más, ir más al cine y conocer más qué es lo que se cuece en la ciudad.Un día te llamaban del banco. Ese calvo del anuncio se está volviendo un poco incómodo, ¿no? Me dice que este mes no he podido pagar la hipoteca. Pues habrá que darle una solución, digo yo. Vuelvo a sentarme frente al apoderado. ¡Cómo voy a pagar ninguna hipoteca si no me entra ningún cliente! Entonces habrá que hacer algo, me urge. Le miro sorprendido. Ah, ¿y qué se puede hacer? Pues por la cuenta que nos trae -a él, sobre todo- lo apropiado es pedir un nuevo crédito de mayor cuantía que liquide el hipotecario actual y así podrás tirar unos cuantos años más. Mmmm… Se ve que contratan a seres pensantes en este banco, te dices. Y sellas el acuerdo con un apretón de manos.
Ya has regresado a tu hotel. Con pasta nueva que te huele en los bolsillos incluso te permites contratar a un portero de noche. Y, más tarde, a un director de hotel. ¿Con solo ocho habitaciones?, te replica en la Asociación. Y tú: sabrán éstos cuál es mi negocio, que no se metan en donde no deben, son la competencia y mejor será no hacerles caso, ay si la envidia fuera tiña…, es el mal nacional: la envidia, sí.
Galopa, caballo cuatralbo, que el soplo del calvo es tuyo.
Me anuncia el experto que ese hotelero tuvo que presentarse el otro día a pedir otro crédito para amortizar el anterior… lógicamente aumentado. Se presentó tan campante en la sucursal, pero ya no estaba el empleado pensante. Tampoco consiguió el préstamo solicitado. Le comunicaron que el primero había sido despedido por los nuevos gerentes del banco y el segundo era inviable, pues habían matado de paso al calvo y su bufido.
Qué ingratos, musitó el hotelero a requerimiento del experto. No puede ser que estos banqueros estén asfixiando a emprendedores como yo. Van a provocar un estrangulamiento de la economía. Ellos son los culpables de la crisis, los avariciosos que nos han prometido el paraíso de las hipotecas y hora se reparten entre sí los pingües beneficios de nuestros ahorros. Deberíamos nacionalizar la banca. Y que el Estado nos abra, en razón del libre mercado, todas las líneas de crédito que necesitamos los empresarios para seguir empujando la economía. Si nuestros empleados van al paro será porque los bancos hayan querido y el Gobierno haya hecho la vista gorda.
Interrumpí en este punto al experto. Me asaltaba una duda, y no deseaba que me malinterpretara. Sobre todo, no quería que me tomara por un banquero. Tragué saliva, por si me estaba considerando políticamente incorrecto, y le espeté:
¿Discúlpeme, pero qué tiene que ver el calvo de la Lotería Nacional en todo esto?
Fernando Gallardo