Vengo de darme una vuelta por las calles del barrio de Providencia, en el centro financiero de Santiago, en torno al hotel Intercontinental donde resido estos días. ¡Hay que ver lo que ha crecido esta ciudad! Pensar en la primera vez que estuve aquí…, apenas tres millones de personas la habitaban. Hoy se arraciman al pie mismo de la cordillera 6,7 millones de almas, como si un pasmo germinal les hubiera dado a todos sus vecinos, como si regalaran algo a la puerta de sus edificios.Recuerdo que aquellos tiempos, bajo la dictadura de Pinochet, los únicos vehículos que transitaban por sus calles eran los del cuerpo diplomático norteamericano, los haigas de las élites chilenas y multitud de guaguas (microbuses) atiborradas de pasajeros. Era una ciudad de alamedas abiertas donde pasearse me hacía muy agradable, entre bancos de ciudadanos senectos, quioscos de prensa llenos de parroquianos que leían los periódicos del día y estafetas esquineras de la Polla Chilena de Beneficiencia (expendeduría de loterías, no cabarés eróticos). Grandes anuncios jalonaban la Alameda O’Higgins con reclamos ingeniosos para adquirir frigoríficos de la General Electric y el sempiterno cupón de la Hacienda Pública: «¿No le ha tocado usted todavía la polla?»La polla estos días es que te toque el iPhone de Movistar. Todo Chile se muere por tener uno. Como el resto del mundo, creo yo. Vitacura, Providencia, Apoquindo, Isadora Goyenechea… Por doquier brotan los rascacielos colmados de grandes vallas publicitarias que me resultan familiares: Banco Santander, BBVA, Endesa, Miguel Torres… Antaño no imaginábamos lo que le suponía a un norteamericano pasearse por las ciudades del mundo y que le asaltaran letreros de CocaCola, IBM, Ford, Westinghouse. O que un japonés leyera en caracteres occidentales Honda, Mistsubishi, Toyota, Nikon, Sony… Y no me refiero al orgullo patrio, del cual carezco en absoluto. Es esa familiaridad de sentirte por primera vez ciudadano del mundo al caminar y que tu retina se impregne todo el rato de marcas cotidianas, de andar por casa, que crees muy tuyas porque las consumes a diario más que por las acciones que has adquirido en el último crack bursátil.Chile avanza en dirección contraria al crack. Aquí no hay crisis. O nada lo evidencia. Ya digo, medran los rascacielos en todos los barrios de la capital. Enfrente de mi hotel se está construyendo la torre más alta de Suramérica: 310 metros. Véase la foto: albergará un centro comercial, dos hoteles de lujo y oficinas hi-tech. Decíamos del boom inmobiliario en España, de la exagerada expansión geográfica de Madrid… Esto lo supera con creces. A este ritmo, en la próxima década Santiago doblará la población de Madrid, si no la triplicará.Qué mayor oportunidad para hacer negocios que este país andino, considerado el más serio y organizado de Latinoamérica. Lo valorábamos esta semana en la isla de Pascua con un grupo de colegas españoles, entre ellos el tertuliano de la cadena Ser, Carlos Carnicero, residente ahora en Buenos Aires. Si señalamos con el dedo un país clave para hacer negocios en la actualidad, un estado de derecho que procura a sus empresas seguridad jurídica, democracia y organización social, éste es Chile.Su despegue económico bajo los diferentes gobiernos democráticos y la explosión turística que está registrando en los últimos años, avalada por la enorme carestía de plazas hoteleras que sufre, anticipa un fuerte desarrollo de las inversiones españolas en los años venideros. Ya han aterrizado el Banco Santander, convertido en el mayor del país, el BBVA, Telefonica, Endesa, el grupo Santillana, igualmente la mayor empresa editorial de Chile. Y etcétera, etcétera. Conozco algunos emprendedores españoles con ganas de iluminar un proyecto hotelero sugerente en otra parte. Yo si quisiera invertir en un hotel lejos de España y su acusada crisis inmobiliaria, sin duda me vendría inmediatamente a Chile.Fernando Gallardo