«Todo es nuevo
todo es leve e intenso
es de primera vez
¿qué se abrió?
¿qué voló?
todo tiembla, se remueve
se remece, todo espera…»
Este poema en fa sostenido brota de la mirada entusiasta de Isabel Soto Luque, una arquitecta en do mayor, poetisa chilena, mujer de nuestro mundo. Su talento trasciende el verbo, aventa la palabra, renueva el ceño, ilumina el semblante de quien comparte su espacio y su idea del universo. Fue una existencia viva durante los cuatro días que estuvimos en Valparaíso con el Taller de Arquitectura de los Sentidos. Un verso fluido y arrebatado que nos ha guiado por la senda de las emociones personales y el laboratorio de ideas que ella y su amiga Mireya Danilo supieron organizar durante estos encuentros. La escuchamos los ponentes, los arquitectos, los hoteleros, los periodistas, los historiadores de arte, los estudiantes de todo eso y hasta los camareros que nos agasajaron con una mesa de los sentidos. A ella, la voz del Chile que avanza, el gesto del Chile que trabaja, el sol del Chile que crea.
Durante estos dos últimos días, Isabel Soto (Isa, Isa, Isa… poetisa) se ha sentado frente a la pantalla de su computador (ordenador en el país andino) con apresuramiento para remitirme un resumen gráfico y literario de cuanto aconteció en Valparaíso.
Mireya Danilo, responsable de Patrimonio en Chile, organizó las jornadas junto a la Municipalidad de Valparaíso. Ismael Quintana y Pablo Traub, socios directores de la consultora Experiencia Austral, idearon las jornadas y convocaron a los asistentes. La Fundación Empresarial Eurochile, la Universidad Católica de Chile DUOC, LAN Airlines y el hotel Ritz-Carlton Santiago patrocinaron el evento y alegaron los recursos para que pudiera celebrarse. Jesús Castillo Oli, arquitecto, y yo mismo ejercimos de ponentes únicos del concepto de la Arquitectura de los Sentidos. Isabel Soto puso el alma y organizó junto a Mireya todo lo demás, incluido un recorrido iniciático del Mercado Central de Valparaíso en clave multisensorial. Fue la guía ideal para un experimento ideal que ahora pensamos exportar a todo el mundo.
Éste es el resumen que Isabel Soto expuso en la despedida de nuestras jornadas. Cuantas palabras aparecen aquí escritas fueron recogidas por sus oídos y por todos los demás sentidos. Las pronunciaron, aquí y allá, cuantos nos vimos en estos provechosos encuentros.
Cada experiencia conmovedora de la arquitectura es multisensorial;
las cualidades del espacio, de la materia y de la escala se miden en partes iguales por el ojo, el oído, la nariz, la piel, la lengua, el esqueleto y el músculo.
La arquitectura fortalece la experiencia existencial, en el sentido de cada uno ser-en-el-mundo.
J.Pallasmaa
La invitación que surge y se proyecta desde aquí es a des-aprender;
la manera de acceder a una experiencia,
la manera de plantearse un proyecto,
la manera de habitar un lugar,
a re-conectarse con nuestros sentidos desde una percepción abierta e integrada;
desbaratar la hegemonía del ojo, abrir la piel entera a la experiencia, de-construir los conceptos de los lugares, de los actos y de las instalaciones domésticas,
repensar la cocina, el baño, la bodega
repensar los vanos, las escaleras, el paisaje
configurar los espacios de una nueva manera:
como la luz, que es mucho más que una necesidad de ver.
A llegar más lejos en la materialización de una idea.
La invitación es a aprender a escuchar lo que los lugares tienen para decirnos
Toda esta historia comenzó con un darse vuelta y mirar lo que había que ver
Fernando Gallardo
Postdata. Quienes asistieron a estas jornadas supieron que La Ruina Habitada se urdió como concepto arquitectónico una vez desbaratada la idea de construir un edificio de nueva planta sobre un terreno con vistas al monte Bernorio, en la provincia española de Palencia. Durante el diseño inicial habíamos mirado solamente al monte y los verdes prados de alrededor. Abocados a un callejón sin salida, pues el proyecto no podía seguir en esa dirección, giramos en redondo sobre nuestros pies y esperamos a que el genio del lugar nos dictara lo que había que hacer con aquella ruina inservible y fenecida en la memoria de los tiempos. No nos conformamos con mirar lo que veíamos. Quisimos mirar también lo que no se veía. Y así surgió la Arquitectura de los Sentidos.


Esto es lo que son todos los hoteleros, arquitectos y diseñadores -y algún que otro consultor turístico allende los mares- que durante esta última semana se han suscrito a este foro. El otro día comprobé la estadística, por aquello de saber cómo nos va en el recién nacido de Internet, y resultó que unos 600 profesionales de la cosa habían husmeado el olor de lo que aquí se está cociendo. Pues muy bien, ¿no?
A mediados de agosto saltaré al desierto de Atacama con la intención de echar un vistazo a un nuevo hotel propiedad de Miguel Purcell, uno de los empresarios chilenos más audaces y que me acompañará después en nuestro Taller de Arquitectura de los Sentidos, que se celebrará en Valparaíso. Conocí a Purcell hace 15 años, en el hotel que hizo construir su padre en la estación chilena de Portillo, donde se llega a esquiar a 5.000 metros de altitud. Ahora su hijo se ha destetado con este deslumbrante visor del desierto atacameño, el hotel Tierra de Atacama, en los exteriores de la pintoresca localidad de San Pedro de Atacama. Cuando lo vea prometo contar en esta página cómo ha sido la experiencia y si colma todas mis expectativas.



