Fitur 2010 abre este año una semana antes de lo habitual, con menos superficie de la deseada, pero ávida de calor humano. Ya se ha dicho que las ferias difícilmente adquieren sentido en un mundo como el actual, hiperconectado y ultrainformado, salvo que se las valore por el escenario físico que generan para el encuentro de las personas y las ideas. Históricamente han sido el escenario elegido para mostrar al público las grandes innovaciones y los eventos más relevantes de la comunidad, además de colocar sobre el mostrador los bienes que cada cual producía. Era el momento de los mercados, del intercambio de los productos y los servicios Aquellas manifestaciones periódicas ofrecían una posibilidad de encuentro para conocer los últimos avances en las distintas disciplinas innovadoras y creativas del hombre.
Las ferias suponían el mejor canal de difusión de la información Fitur es un botón de muestra y requerían por ello de grandes instalaciones creadas al efecto para conseguir llegar a un gran número de personas. Pero, con el tiempo, la lógica evolución del modelo aumenta el fasto y las ferias, en su afán de captar la atención del visitante, se engalanan y recurren a un lenguaje artificioso que se constituye como propio; un lenguaje de arquitectura efímera, de usar y tirar, con un periodo de caducidad muy corto, extremadamente corto, a lo sumo de cuatro días y los previos de montaje. El deseo de captar la atención hace que el lugar donde se van a mostrar los contenidos se convierte en objetivo prioritario. Y el espacio deviene hiperbólico, irracional y caro.
El contenedor se convierte en protagonista por encima del contenido. Y a partir de aquí, en nuestra carrera trepidante por diferenciarnos, los contenedores (stands) alcanzan una escala sobredimensionada en la que su rentabilidad flota por encima de las exigencias del mercado y cobra un protagonismo político. Así podemos llegar a ver verdaderos edificios dentro de los grandes espacios feriales.
En paralelo a la evolución de los stands se produce el avance en los canales de difusión. Los medios de comunicación y, ahora, las nuevas herramientas generadas por Internet ofrecen al gran público el acceso a una información que antes quedaba relegada a unos pocos y que convertían el evento ferial en uno de los escasos medios para mostrar un producto.
Encargado de diseñar el stand de la Junta de Castilla y León en las ferias de turismo, mi reflexión al respecto es que este cambio en la sociedad debe corresponderse con un cambio en la manera de contar nuestros contenidos. Los tiempos corren, las formas varían y nuestros recursos deben adaptarse a esta transformación esencial. Además, el actual panorama socioeconómico invita a la ruptura de los paradigmas y la consiguiente sustitución de los modelos vigentes. Y a hacerlo de manera responsable, coherente con este nuevo escenario de crisis, con sobriedad. La manifestación eufórica corresponde a otro tiempo. Ahora es momento de proponer nuevos conceptos. La importancia es lo que se cuenta, y la manera de contarlo constituye una apuesta por el cambio, por la creatividad y por la innovación.
Mi propuesta de stand para la Junta de Castilla y León en Fitur innova una manera audaz de mostrar sus contenidos, pero sobre todo un modo de contar a los visitantes cualquiera de las muchas historias que pueden originar los contenidos que se quieren mostrar. No existen las ciudades. No existen los lugares. Existe solo nuestra percepción de los mismos, y esa percepción es única y muy ligada a nuestra experiencia personal; por eso entiendo que los contenidos que se quieren mostrar constituyen una parte de lo que realmente significan. La otra parte es la persona, quizá la más importante; y por eso la manera que tengo de contarlo como arquitecto es muy distinta a la habitual porque es dinámica, cambiante. Personalizada a través de la animación física y no solamente por imposición gráfica o ideológica.
Qué difícil es para un arquitecto concebir un proyecto así Dar forma a un no lugar, al no Fitur El contenedor queda relegado a un segundo lugar y así se manifiesta en la formalización del stand. Un contenedor neutro de materiales asépticos, como fondo de escenario de la función que se va representar durante cinco días, sin más armazón que unos pilares, unas poleas y unas marcas en el suelo. La ingeniería provee de grúas y focos teatrales. La arquitectura traza solamente el vacío, un propósito de virtualización del espacio, y nada más. Un contenedor inexistente como éste aparecerá embarazado de contenidos en el único instante en que haya feria, pues solo existirá como contenedor mientras Fitur permanezca abierto al público, razón única para el acto social en cuyos distintos momentos se celebren distintas actividades, en muy variados formatos. Momentos y formatos en que el stand se irá transformando y donde la información se transmitirá a través de las personas que contarán una historia a quien la quiera escuchar. Y, de manera especial, donde los actores principales serán los visitantes que se acerquen a la feria a descubrir nuestro turismo.
Nadie se sorprenda, pues, cuando visite este año en Fitur el stand de Castilla y León y descubra en su lugar el no stand.
Jesús Castillo Oli, arquitecto | Comparte este artículo