La 1/22ava parte de 22

grupo Facebook es el nuevo ecosistema de noticias. Se entiende que algunos directores de medios –poquísimos todavía– proclamen que hoy no contratarían a periodistas refractarios a utilizar Facebook. Y yo me atrevo a señalar que ni siquiera a los analfabetos twitteros.

Me explico. Según el principio de indeterminación de Heisenberg, la acción del observador modifica el sistema observado. El efecto no sigue necesariamente a una causa. Por tanto, no podemos determinar la realidad si queremos interpretarla. Solo acercarnos a ella mediante la estadística, esto es, la media de los resultados interpretativos. Los blogs, al igual que la física de partículas, constituyen el ecosistema de la información. Es más precisa la determinación de la realidad mediante de la estadística de la observación que mediante la observación propiamente dicha.

De modo que quien hoy no utiliza herramientas estadísticas, como lo son las redes sociales, tipo Facebook o Twitter, están más cerca del error que de la certeza, siendo ambos hijos racionales de la indeterminación. Ayer, en Lima, asistí a la representación teatral de Copenhagen, la obra de Michael Frayn sobre la famosa reunión celebrada  en la capital danesa entre Niels Bohr y Werner Heisenberg, en 1941, que cambió probablemente el decurso de la Segunda Guerra Mundial al retrasarse el programa alemán de la bomba atómica. Sin duda, salí inspirado del teatro al recordar mi niñez, cuando mi madre –una científica del CSIC que situó a España en la élite europea de la Espectrofotogrametría de Absorción Atómica– me hacía comprender los principios físicos del relativismo causal que tanto me servirían luego en mi vida de observador crítico.

Nuestra manera de ver el mundo en cierta medida naturalmente imprecisa lo modifica en su trayectoria y en el momento de interpretarlo. Es entonces una visión distorsionada la que tenemos como observadores, por lo que se imponen dos vías a seguir en su interpretación: o sometemos nuestro análisis a la probabilidad del error o diluimos esa probabilidad en el cálculo estadístico, en la observación simultánea, en las medias ponderadas. En suma, en analizar la opinión de los demás y compartirla después como un sistema de interpretación de la realidad. Es lo que nos permite hoy el ecosistema Facebook, y quienes no vivan en él se situarán lejos de la realidad. Al menos hasta como hoy la hemos conocido.

¿A cuento de qué viene todo esto? Está claro que después de la celebración, el lunes pasado, del webinario sobre el Clúster de Innovación Hotelera, me reafirmo en opinión de que el empresariado hotelero no ha tomado aún conciencia de que no se podrá sobrevivir fuera de Facebook, ni de otras redes sociales que se irán creando en los próximos tiempos. Y que, sin la socialización de la realidad, sin el sistema estadístico que interpreta esta realidad tan relativa, no habrá espacio para la supervivencia del negocio más que de una manera marginal. Los automarginados de Internet no tienen lugar en nuestras vidas.

Lo quieran o no nuestros empresarios, promuevan o no las relaciones sociales dentro de estos ecosistemas, lo cierto es que la existencia de los emprendimientos serán cada día más dependientes de la cooperación interempresarial. De un color o de otro. Con un clúster o con otro. Con estos objetivos o con aquellos. La cooperación tiende a convertirse en el nuevo escenario de competencia de las empresas en el sector que sea. Nada será igual después de la crisis actual.

Si la alta cocina española ocupa hoy el lugar que ocupa en el mundo es debido, en gran parte, a que los cocineros de élite han dejado sus diferencias personales y empresariales, sacan a la luz pública sus secretos culinarios, comparten y experimentan en grupo sus recetas, se aúnan en emprendimientos de laboratorio, investigan colectivamente y luego promocionan sus técnicas y conocimientos en todos los foros posibles. Adrià, Arzak, Subijana, Roca, Aduriz, De Felipe, Barrio, Paniego y tantos otros… Siempre los vemos juntos en la foto. Sonrientes, amigos, cooperantes.

¿De menor estirpe acaso son los hoteleros? Algunos sí, qué le vamos a hacer. Si interpretamos su displicencia en la innovación, acabaremos modificando su negocio. Los mejores, sin embargo, se acompañan en la vía indeterminada, pero apasionante, que lleva al futuro. Al igual que los grandes cocineros, éstos también inscriben desde ahora sus apellidos en la vía de la cooperación: Piña, Cazorla, Esteve, Gómez, Álvarez Garzo, Compañ, Gallego, Serramià, Fernandes, Pallarès, Cruz, Ortega, Vázquez, Gurriarán, Rodríguez-Carrascal, Capuchino, Jofre i Bonet, Somoza, Fisas, Iranzo, Escandell, Pemán, Terán y Planella. Éstos son los componentes del clúster que, a partir de la semana que viene, echará a andar con todas las de la ley para aspirar a lo más alto en la innovación hotelera. Estoy convencido de que sus establecimientos serán los mejor preparados para encantar, emocionar y excitar los sentidos de los viajeros del siglo XXI.

Como le dijo Bohr a Heisenberg: “yo no soy uno, sino la mitad de dos”.

Fernando Gallardo

4 Responses to “La 1/22ava parte de 22”

  1. Sí señor, así se habla, parece que recuperamos el tono, pro-actividad, no quedarse esperando a ver que pasa, nosotros tenemos que decidir lo que pase poniendo todo el empeño, cooperando, compartiendo y creando ideas innovadoras, haremos el futuro, por que el futuro no existe, hay que hacerlo. Buena inyección de moral Sr Gallardo, gracias.

  2. Quizás se pudiera decir mas alto pero no mas claro. Este será el gran cambio de paradigma cultural que dinamitará parte del entramado mitológico que, todavía, nos mantiene anclados en la individualidad a ultranza.

    Las redes sociales visualizarán, literalmente delante de nuestras narices -en la pantalla del ordenador-, a millones de otros yo con sus opiniones, escalas de valores, sueños y anhelos. Si, como hoteleros que somos, sabemos mirar con cuidado -y también con cariño-, las esencias de esa preciada información, seremos capaces de renovar la hostelería a la suficiente velocidad como para sobrevivir a la onda expansiva de la crisis.

    Y si miramos juntos veremos mas.

    Firmado: 1 / 6.781.140.122

  3. A mí me salen 23, pero bueno, será porque Bernat vale por dos.

  4. Es la primera vez que entro aquí. Lo hago porque estoy involucrado en un proyecto de comunicación y marketing emocional de uno de los asociados.
    Con esta introducción, ya se me debe ver el plumero. Sí, soy un miembro de la comunidad llamada 2.0, o marketing de guerrilla, aunque yo prefiero llamarle simplemente marketing emocional.

    Tengo suficientes años como para afirmar que las palabras «nunca» y «siempre» tienen un sentido distinto cada vez que se usan. La suficiente edad para recordar qué es una Lettera32, un papel carbón, una copia electrográfica, el Ventura Publisher, o un diskette. Recuerdo que hubo un tiempo que esas palabras, hoy olvidadas, eran de uso cotidiano y se acompañaban de un «siempre» que hoy significa «nunca».

    Por eso hoy es importante recordarlas. No tanto para decir que lo que hay ahora también será efímero con una escala de tiempo que está por ver, sino para darnos cuenta que lo de hoy es «ciertamente cierto» y lo de antes «era ciertamente cierto».

    Yo soy, ante todo, un antropólogo metido al marketing a través de la tecnología. Creo que debería estudiarse a Darwin en las escuelas de negocios básicamente porque creo que los negocios no escapan a la sabiduría de la naturaleza. Aquello que es útil lo conserva, aquello que no lo es lo elimina.

    Todo cuanto existe es fruto de la evolución y no existe ésta sin extinción. Por lamentable que sea o parezca, así es.

    Fernando tiene razón, esto que ahora usamos, lo del Facebook, lo del Twitter, lo que sea es lo que hay. Es lo que la naturaleza está potenciando hasta que venga otro feisbuc u otro tuiter y lo fagocite hasta la extinción. Hay que usarlo. Y usarlo bien, a tu favor, para tu favor.

    También es cierto que, como siempre, no todo lo que se haga allí (o aquí) sirve o sirve bien, aunque esté bien hecho, aunque cumpla, hay un factor anónimo e impredecible, que llamamos equivocadamente «suerte» que actúa para que esa Madre, llamada Naturaleza, juegue y determine si la cosa sirvió para sus fines o no. El caso es que está ahí y actúa.

    Tengamos suerte.

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