Así como hay ideas novedosas que pueden quedar estancadas por parecer extravagantes a ojos de muchos, hay otras que podrían parecerlo aún más pero que nadie discute su practicidad. Buscar en el primigenio universo de Internet del año 1994, por ejemplo. Una insensatez digna de figurar en los anales del freakismo empresarial. Pues ese año dos chicos crearon Yahoo!, y poco después, otros dos universitarios, Google.
Por qué en el extranjero disparatadas ideas como una fábrica de muebles donde éstos los monta el consumidor tiran adelante y en España muy probablemente se hubieran quedado en bellas utopías de cuatro chalados es una de las razones del atraso endémico de este país. Que inventen ellos, dijo Unamuno. De paso, nos cargamos algo tan básico como el I+D. Porque tuvieron dinero detrás para desarrollar sus productos en paz y demostrar que sus ideas eran dinero contante y sonante. Porque tuvieron un Estado -en el caso sueco- que apoyó a los hermanos suecos desde un principio, porque Estocolmo vio el elemento catalizador de riqueza que podía generar Ikea en ciertas zonas desfavorecidas del país nórdico. Porque, en definitiva, hay una cultura empresarial de red. También de competencia, cierto. Pero básicamente de red. Si en Europa hay empresas, zonas fabriles en constante crecimiento, viveros de empresas subvencionados por los organismos locales…, es porque hay un empresariado que cree en su respectivo sector como una red. No como compartimientos estancos de compañías aisladas, tú aquí y yo allí.
Quien suscribe este artículo es Licenciado en Geografía e Historia, especialidad de Geografía Humana, aquella rama dentro de las Humanidades que estudia las sinergias que se dan en los núcleos económicos de los países. Pues bien, en España dichas sinergias tienden a ser un tanto estancas, compartimentadas. Hay miedo a que nos copien, a compartir. La gran mayoría de los empresarios de nuestro país son individualistas, gente que tan sólo piensa en su beneficio -cosa muy respetable- y no en una idea de país, de nación. Los países que sí tienen un empresariado con vocación de servicio a su país no se plantean según qué cosas. Así lo comprobé en Amsterdam, donde cursé un año de mi carrera.
Seremos capaces de gastarnos 1.000 en según qué gadgets para las habitaciones de nuestros hoteles, pensando que estamos a la última y que a modernos no nos gana nadie. La decepción gorda vendrá después, cuando venga el cliente de cierta confianza y nos diga aquello de que bueno, que eso hace 5 años estaba bien, pero ahora… La vergüenza que nos invade es grande, y nos preguntamos por qué le hicimos caso al decorador, a la chica guapa que nos vendía los televisores o a ese webmaster que nos diseñó una página que no puede ser localizada por los principales buscadores… La respuesta es obvia: porque no estábamos asesorados, ni funcionábamos en red.
El empresariado del sector rural no actuaba como lobby, y las marcas de Q tampoco, pues es como mínimo cuestionable su papel de asesoría de tendencias a cambio de, en algunos casos, cantidades francamente importantes de dinero, para quedar desfasados casi inmediatamente… No obstante discutimos 1.000 anuales a algo que puede ir en beneficio de todos. Porque sencillamente no queremos ir en red, sino en capillas. Tú a la tuya, yo a la mía. Y dejaremos al cíclope ser el rey en el reino de los tuertos.
Me gustaría saber hasta cuándo este empresariado dejará de creer más en él que en España, y lo digo con mucho sentimiento y consciente que dicha frase puede abrir heridas más que cerrarlas. Pero este país no es una selección de fútbol, unos reyes y un Gobierno. Somos todos, aunque no lo parezca.
Hagamos, pues, de la innovación algo que valga la pena.
Bernat Jofre i Bonet, hotel Son Esteve
¡Olé, Bernat! ¡Olé!
Tienes mucha razón, este país no piensa en red.
Buen artículo