Asistí estos días pasados a una mesa redonda convocada con motivo de la Semana de la Arquitectura de Madrid. Por la mañana se había organizado una ruta enmarcada entre las actividades de la Semana de la Arquitectura que organiza la Fundación Arquitectura COAM y dirige el Centro Español de Nuevas Profesiones (CENP). El paseo consistió en descubrir los trucos y secretos de los expertos que han convertido algunos hoteles como el Puerta de América, el Óscar, el Quo Godoy, el Alcalá Torre y el Capitol en algo más que simples edificios. Aun a costa de colocar una piscina imposible en una azotea, por ejemplo.
Fue el caso del hotel Room Mate Óscar, en la plaza de Vázquez de Mella. Al propietario, Quique Sarasola, se le antojó una terraza y piscina con vistas a los tejados de Madrid. Pero el inmueble, con su estructura de hace 40 años para albergar las oficinas de un banco, tenía sus límites. El arquitecto Guillermo García Hoz fue el encargado de convertir aquel sueño en realidad. «Inicialmente mi propuesta fue poner aquí un jacuzzi, pero el Room Mate tenía claro que prefería una piscina y le daba igual lo que fuera necesario para conseguirlo. Era un riesgo, porque cada metro cúbico de agua pesa una tonelada sobre una estructura de muchos años. Así que tuvimos que reforzar todo, las nueve plantas que hay por debajo, y buscar una piscina lo suficientemente pequeña. No creo que nadie venga aquí a nadar, pero sí da cierto juego», describe el arquitecto al pie del agua cristalina.
El coloquio, bajo el nombre Diálogos contemporáneos, giró en torno a la arquitectura y diseño en los hoteles. A él asistieron: Antonio Frutos, director de obras e inmuebles de High Tech; Virginia Campos y Pilar Morejón, del estudio QBO y relacionadas con los hoteles Quo; el director de comunicación de Room Mate; y Guillermo García Hoz, arquitecto del Room Mate Óscar.
La verdad es que la charla fue bastante superficial y centrada demasiado en clichés, pero algo de enjundia aportó el arquitecto García Hoz. Mientras el director de comunicación de Room Mate se afanaba en publicitar que cada hotel es como el amigo que todos tenemos, que vive en el centro, y como a nuestros amigos le gusta el diseño y le gusta vivir cerca de las coctelerías, pues eso… , García Hoz deslizaba la queja del papel subsidiario del arquitecto frente al concepto y la fantasía del decorador (en su caso, las tensiones con Tomás Alía quedaron de manifiesto). Ante una audiencia llena de estudiantes de diseño, señaló los peligros del exceso de diseño, de esa tendencia a rellenar todo hotel boutique con marcas reconocibles, el peligro del exceso de información. Comentó que hemos consentido una especie de monstruosa descendencia de los hoteles de Schrager+Starck, a veces hoteles un tanto cursis y propagadores de la modernidad. Estaba claro que, aunque le gustan, a García Hoz le cansa su esnobismo.
Debido también al carácter perecedero del diseño y la necesidad de reciclarlo, se establece una carrera frenética por ser el más moderno. ¿Qué es ser moderno? El arquitecto copropietario de la cadena High Tech, Antonio Frutos, prefería ser actual a moderno. La noche de hotel se incorpora al viaje como una experiencia cultural más y esas expectativas generadas provocan deslizarse hacia la banalización.
Porque no todo el mundo está satisfecho con las vanguardias. Un grupo de estudiantes de diseño de interiores se atreve incluso a matizar el trabajo del maestro Alía. «¡A quién se le ocurre poner un lavabo de cuero! Quedará muy bonito, pero poco práctico. ¡En una habitación hemos visto manchas de maquillaje y de quemaduras de cigarrillo!», exclaman.
Todos coincidieron en la necesidad de mejorar la comunicación entre arquitectos e interioristas, pero García Hoz fue más allá al denunciar que el arquitecto es una figura que se limita a acondicionar los contenedores, a suministrarles electricidad, a conseguir que todo funcione. Su discurso iba encaminado a demostrar que el hotel puede tener la responsabilidad de revitalizar el entorno urbano y que, muchas veces, no hay que quedarse en la mera rehabilitación, sino avanzar hacia la recreación. En definitiva, se trata de la responsabilidad de hacer una ciudad mejor.
En realidad esto fue lo más interesante. También se habló sobre la oportunidad que ofrecen las rehabilitaciones frente a las obras de nueva planta, porque la capacidad de sorpresa de los hoteles por encima de la de otros edificios- a veces está directamente relacionada con la adaptación al nuevo uso, ya que se fundamenta en situaciones que escapan a lo rutinario. Aquí intervino la cuestión de si cualquier edificio permite integrar un hotel.
Por último, Antonio Frutos apuntó la dificultad que aporta Madrid a la hora de desarrollar la hotelería boutique. Las autoridades tienen menos cintura y menos predisposición (tienen pánico a las terrazas) y la sociedad vive a un ritmo que tampoco facilita el uso público y compartido de sus espacios.
Miguel Ángel Palomo, redactor Notodohoteles.com