Las genialidades surgen aisladamente, y muy pocas veces en parejas; creo sinceramente que La Ruina Habitada y Les Cols son dos genialidades de arquitectura de los sentidos. O sin los sentidos. Son conceptos únicos, pero no me gustaría estar encontrando ruinas habitadas y hoteles Les Cols por todos los rincones de este país o fuera de este país. Y creo que es lo que puede empezar a pasar si la única consecuencia que sacamos de las reuniones de la Ruina es hacer un nuevo hotel que tiene que ser más novedoso que ningún otro.
No se trata de empezar la carrera de a ver quién hace el hotel de los sentidos más espectacular y, paso a paso, caer en la extravagancia más absurda, pues si Les Cols es una genialidad, el Aire de Bardenas con todos mis respetos no lo es. ¿Dónde esta la línea entre una cosa y otra?
Supongo que en el trato, en el servicio, en los pequeños detalles únicos, en el buen funcionamiento de toda la parte mecánica y tecnológica del hotel, pero sobre todo el espíritu y personalidad que imprimen los que dirigen y trabajan en el hotel.
En un sistema tan competitivo como éste, el ser único es una ventaja enorme, y ser el hotel al que hay que ir esté donde esté, es todavía mejor. Estoy de acuerdo en que para ser único el hotel ha de ser que no lo tenga nadie, y ello se consigue con conceptos nuevos y con nuevas tecnologías en materiales y diseños. Esto desemboca en nuevas ideas que salen de muchas reuniones como las de la Ruina, o fruto de alguna genialidad individual. Pero esto no significa que al hotelero o empresario le vaya a garantizar tal ventaja durante mucho tiempo, pues siempre habrá alguien más innovador y más espectacular. Y ya estamos otra vez en el principio.
Hablamos de arquitectura de los sentidos en un sentido tan amplio que sirve para todo. Y lo mismo tiene que encajar en un paisaje desértico que en una selva tropical, como si la arquitectura fuese ajena a la naturaleza y al ambiente que la rodea. Se puede hacer arquitectura tradicional donde el ambiente y el paisaje lo necesite, y proponer una arquitectura de los sentidos con otras formas distintas. Y ahora, para aumentar el espectro conceptual y rematar la faena, nos vamos a la Arquitectura de la Nada Pues lo tenemos claro. Si ya tenía la idea de hacer un hotel de los sentidos, creo que voy a cambiar: es mucho más impactante la Arquitectura de la Nada. Por lo menos, los medios de comunicación van a flipar, y me garantiza que estaré en ellos durante una buena temporada, suficiente para amortizar y amasar una fortunita que me permita afrontar el próximo paso hacia la Arquitectura de la
No llevo mucho tiempo en este negocio de la hostelería. Quince años no es nada, y no puedo presumir de saberlo todo, pero a base de aciertos y desaciertos he ido comprobando ciertas pautas que el cliente busca, y no olvidemos que nuestros hoteles sin los clientes no son más que cascarones vacíos por mucho diseño o arquitectura que tenga. Y tales pautas son ancestrales: reconocimiento, atención, mimo, que atiendas sus pequeñas manías y que le hagas caso. Y si a todo esto le añades paisaje, arquitectura, diseño, tecnología y un mono con un tambor pues la Biblia en pasta.
Pero no olvidemos que para conseguir la primera parte se necesitan personas humanas (como dice algún colega) con educación, preparación, estilo y buen hacer. Y me barrunto por experiencia que esto es más difícil conseguir que la segunda parte.
Genialidades surgen de vez en cuando y aprovechando el tirón una pléyade de arquitectos se pondrá a diseñar hoteles geniales, grandes o pequeños, y esto se convertirá en los pabellones de ferias y exposiciones de nuestra hostelería. Ya he oído en el mundillo de la pequeña hostelería decir: yo quiero un hotel como Les Cols , pero distinto. Entonces pienso: la hemos cagao. En el próximo hotel más cool me veo durmiendo en el techo, comiendo en la pared y cagando en el filo de la navaja.
Empiezo a estar un poco harto de tanto hotel de diseño, donde casi nada funciona como debía funcionar y donde se necesita un manual de instrucciones para utilizar una habitación, donde el servicio es casi inexistente, con la excusa de la modernidad, y donde el trato es infame.
Francisco S. Rico, hotel El Milano Real
Amigo Francisco, cuánta razón tienes… y cuánta no.
Estoy de acuerdo contigo en que siempre que se abre una nueva vía de investigación o se da a luz una idea genial surge una retahíla de copias sin sentido que sólo entienden el envoltorio del objeto y que habitualmente nunca llegan a profundizar en la bondad de la obra. Para muestra un botón: el lamentable aspecto caótico y desordenado de nuestras ciudades de torres en altura tiene su origen en la maravillosa unidad de habitación de Marsella del genial Le Corbusier. LC crea un nuevo modelo, admirado y copiado (sin sentido) hasta la saciedad. El original es genial. Las copias, en la mayor parte de los casos, patéticas. Pero este razonamiento no debe hacernos volver contra la creación original. El hecho de que se invente algo genial, novedoso e incomprendido, no debe servir de freno a posibles innovaciones. Ahora bien la copia literal sin ningún tipo de profundidad está servida.
No sé si me atrevo a decir que quiero ver las malformaciones propias de las copias que sin duda generará Les Cols, pero lo que me gustaría es dejar de ver copias de modelos decimonónicos que en nuestro vasto (aunque a veces con b) panorama hotelero campan por sus fueros. Desde luego el diseño debe cumplir su función, al menos para convertirse en Arquitectura; la pérdida de la función propiciará en todo caso la creación de una bella escultura, pero sin utilidad no hay Arquitectura (no está aquí de más volver a recordar a Vitrubio: utilitas, firmitas y venustas).
A lo cual, si me permite el maestro, yo añadiría el alma. Y seguramente esa es la clave sobre la que se sustenta la buena Arquitectura, o la buena cocina, o la buena vida. ¿Un libro es literatura cuando se escribe o cuando se lee? ¿Hace nuestra interacción de leer un montón de letras combinadas surgir la emoción, el arte?. ¿Es la luz que da volumen a un espacio la que genera la Arquitectura en el mismo o es la percepción de quien es capaz de contemplarla y estremecerse? Considero que el alma de los edificios es lo que los eleva a la Arquitectura. Y esto aplicado a un hotel es algo que os afecta sobremanera.
Un hotel no es un edificio. El edifico es el contenedor de un buen hotel, y sin duda es mejor que el contenedor sea bueno…, pero lo que nos importa es el contenido. El contenedor podrá generar comportamientos distintos que revertirán en una mayor predisposición a la experiencia sensorial, emotiva, pero necesitamos algo que dé sentido a ese espacio donde el uso y disfrute del mismo nos transforme en seres especiales. lejos de nuestra rutina diaria. Como arquitecto conozco la responsabilidad que esto me confiere, pero observarás conmigo que vuestra propia responsabilidad es, como dicen en Chile, no menor.
Sé que el mejor hotel que podéis tener sois vosotros mismos, pero dentro del marco adecuado cualquier obra se percibe mejor.
Por cierto, no me importaría dormir en vertical… O, mejor aún, flotando para experimentar la ingravidez en un hotel que como sabéis ya se está diseñando.
Tengo la impresión personal de que esto se va calentando por momentos y me parece fenomenal que se genere capacidad de opinión y de respuesta. Pero también estoy seguro que no es la misma visión la que pueda tener Francisco como persona que lo ha arriesgado todo por una idea, o un sueño, que la que puedas tener tú, amigo desconocido Jesús. Tú eres el arquitecto, el que diseña bien o mal, para gusto de todos o de unos pocos, pero el que gesta la obra. Luego hay que darla contenido y hacer que funcione, que creo que por ahí es por donde va Francisco. Supongo que coincidiréis conmigo en que hay proyectos ejecutados -me refiero a la hotelería de este país- muy bonitos por fuera que luego cuando tienes que organizarlo por dentro para trabajar, da pena y todo porque no se consulta para nada con los profesionales que lo tienen que hacer moverse y rentable, no se nos olvide. Aquí seguro que no tenemos la misma visión Francisco que yo, que tengo por encima a una propiedad, donde, como yo digo con frecuencia a mis colegas de profesión, hay cosas, muchas, que pides para hacer mejor tú trabajo y no las consigues ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. Con esto tendríamos para otro debate largo y tendido, pero quizás en vez de un foro vamos a necesitar un congreso.
Fernando, no me malinterpretes. Si llego a un restaurante y como mal, aunque el sitio e incluso los platos estén bien diseñados, diré que he comido mal y que el cocinero no ha hecho bien su trabajo. Y lo mismo si pienso en términos de Arquitectura: si hay proyectos bonitos por fuera y por dentro son inhabitables seguro que hay un culpable o más de uno. En primer lugar el arquitecto, por no hacer bien su trabajo, dentro del cual establezco el conocimiento pormenorizado de la materia sobre la que se trabaja. Pero tampoco me olvido del promotor, que también debe hacer sus deberes y explicar reiteradamente las peculiaridades de su negocio al proyectista. Al fin y al cabo el verdadero experto en el negocio propio es uno mismo. Quiero volver a recordar una frase que seguro que muchos me habéis escuchado en más de una ocasión: la Arquitectura no es sólo de los arquitectos. El pintor pinta en su soledad, al igual que el escritor se retira a escribir, pero la Arquitectura está totalmente contaminada por distintas disciplinas y por los diferentes agentes implicados, desde el constructor hasta los técnicos municipales del ayuntamiento, patrimonio…, pasando por el promotor. Eso es algo que enriquece el proceso de diseño y ejecución de un buen proyecto, pero también es cierto que si falla alguno de estos factores la obra se resentirá. Lo que me gustaría resaltar es que sin la complicidad de todos nunca se desarrollará un buen proyecto. Cada uno en su sitio, y el sitio del promotor es vital, ya que el éxito del negocio está prácticamente en exclusiva en sus manos. Sin duda, cuando la obra está acabada, pero también durante el proceso de diseño. Animo a quien lea estas líneas y que se atreva a acometer alguna obra próximamente que no deje que sea el arquitecto el que dirija su negocio desde la tiranía de un proyecto ensimismado, por muy bueno que éste sea.
Amigo desconocido Jesús: muchas gracias por tu aclaración, la cual me ha convencido. No obstante en este país en que todos creemos que sabemos de todo -lo digo por el promotor- no estaría de más que a ese equipo formado por el arquitecto, el promotor y demás colaboradores que se unen para dar forma una idea se uniera la figura del profesional que va a dirigir el futuro establecimiento.
Los americanos, y siento tener que echar mano de ellos, lo tienen muy claro: un arquitecto diseña el edificio, otro lo distribuye por dentro y si fuera necesario un tercero diseña los jardines que componen el complejo. El resultado final puede ser muy diferente.
Yo no estoy harto de diseño. ¿Cómo estar harto de diseño literario, de diseño pictórico, de diseño musical, de diseño industrial en el ordenador que me está ayudando a escribir y publicar estas líneas? ¿Acaso podría hartarme de ver amanecer y preferir por consiguiente que nunca más saliera el sol, por variar? ¿Acaso por admirar la sonrisa de la Venus de Boticelli y desear que algún loco le echara un bote de pintura encima por verla distinta a como la vi ayer? ¿Puedo caer exhausto de escucharte, amor, musitar verbos que me regalan emoción?
De lo único que estoy harto es de soportar ese martillo pilón que me está horadando los tímpanos allá abajo, en la calle. O del claxon incesante de ese automovilista malhumorado. Harto de que me atiendan en algún hotel como a un número, no a una persona. Y de esa ducha que sale fría. Y de la cama vieja. De las paredes sucias. Del coñazo que algún que otro hotelero me da para convencerme de que su establecimiento es el mejor. De ornamentar las paredes antes que de pretender la verdad del edificio. De que este hotel me recuerde tanto al que estuve ayer, y más al de anteayer, y más al de antes de anteayer… Y de pensar que la única forma que algunos entienden la competencia es pisando el callo ajeno antes que imaginar el rostro propio.
Harto estoy de algunas cosas. Pero de otras no.
Es muy difícil permanecer solo como espectadora en esta discusión tan interesante. Así que me animo a intervenir, pero lo haré con una pregunta para Jesús que me reconcome desde que vi la Ruina. Me imagino que no soy la única que ha tenido que partirse el alma en discusiones surrealistas con ayuntamientos que desconfían de todo y con concejales de urbanismo que, en mi opinión, deshonran la profesión de arquitecto. Por eso, mi duda es: ¿cómo se planteó el proyecto y sobre todo cómo se aprobó un proyecto tan innovador? De verdad que tengo curiosidad por saberlo, ya que me encantaría que me dijeras que fue fácil, que lo entendieron enseguida, que en algún lugar quedan concejales de urbanismo con visión e imaginación.
He leído atentamente el artículo de nuestro colega del Milano Real. Puedo estar en muchas cosas en acuerdo con él, sobre todo en la importancia del factor humano en el devenir o, lo que es lo mismo, el éxito de una empresa hotelera. Efectivamente, uno ya puede haber creado un hotel Bang&Olufsen -tótem de la modernidad y diseño tecnológico- que si no tiene o ha formado correctamente a los empleados puede coquetear peligrosamente con el fracaso. Puedo estar de acuerdo también en que cierto diseño puede llegar a ser abusivo si es mal utilizado, cuando eso quiera decir mal ubicado: en un edificio como mi finca (siglos XIII-XIV-XV-XVI) no vamos a instaurar habitaciones de cristal ahumado y muebles de Jacobsen en la casa noble, por poner un ejemplo. No, la historia y el edificio se merecen un respeto. Y también por otra razón: como muy bien dice Francisco S. Rico, es el cliente quien te hará sentirte realizado al visitar una y otra vez tu establecimiento al ver que respetas una tradición arquitectónica y una filosofía de la vida. Hasta ahí, totalmente de acuerdo.
Ahora bien, en la parte de los establos en desuso de esa misma finca, sin valor patrimonial alguno, con escasa belleza arquitectónica en definitiva, sí que reclamo el derecho de hacer no Les Cols, sino algo mucho mejor (Les Cols no es perfecto), diferente, y de rabioso diseño. ¿Por qué no? ¿ Por qué no podríamos conjugar belleza tardo gótica y barroca con modernidad del XXI? ¿Por qué no implantar en una almazara empezada a construir en el s .X -el único vestigio de la gran alquería musulmana que en su tiempo hubo- un spa de inspiración nipona? Romper el belén también tiene un público, claro que sí. Y puede que el cliente de siempre halle en la parte nueva sensaciones que nunca hubiera imaginado hasta ese momento.
Respetemos el patrimonio, sí. Pero innovemos hasta donde podamos. También. Y si hay copias buenas, bienvenidas sean. Las malas desaparecerán con la ausencia de clientes, con el paso del tiempo. No, no hay hartazgo del diseño: hay estima por el que está bien hecho, que sea práctico y funcional, y es que como dije en las Jornadas de la Ruina, un hotel debe pensar en el cliente y no en la vanagloria de quien lo ha diseñado. Diseñemos e innovemos pues. Y respetemos a quienes predican con tal actitud vital. Merecen nuestro respeto.
Bueno, bueno, bueeeno… Me encanta por fin algo vivo. Ahora empiezo a notar que la energía fluye y que se habla con el corazón abierto, o a calzón quitao como diría un castizo.
En primer lugar, quiero disculparme si algunos de los comentarios que hice quizás no estaban claros, ni bien expresados. Ya sabéis que soy mayor y el alemán algunas veces me ataca duramente. En segundo lugar, ¡ay!, si yo estuviese en posesión de la verdad no escribiría estas cosas, ni admitiría que se dijesen sandeces. Pero no lo estoy y para mí casi todo es un mar de dudas con infinitos matices. Procuro no dogmatizar, y por eso quiero expresar que todo lo que digo es mío y lo vuelco aquí para que otros con sus diferentes opiniones y matices puedan aclararme muchas de las dudas que me asaltan.
¿Diseño o empanada mental?
He visto la fotografía que nos muestra F. Gallardo del sofá que se adapta al cuerpo: ¡impactante! Claro, no puedo juzgar solamente por la foto. No lo he probado y no sé lo que se siente físicamente, ni el bienestar y el descanso que produce. Pero, como tengo ojos, veo y lo comparo con la silla Barcelona de Mies van der Rohe (pabellón de Alemania, Exposición Universal de Barcelona 1929). No hay color. El diseño, la estética y los materiales la han hecho intemporal. Otra genialidad como La Ruina Habitada. Insisto: es mi opinión personal, no quiero dogmatizar.
Y, sí, Jesús. Sé que se están planteando hoteles con gravedad cero, donde podrás dormir en el techo, comer en la pared y cagar boca abajo. Pero tú sabes de sobra que, de momento, no es esto. Que nos movemos en un plano más prosaico donde tenemos que aceptar algunas limitaciones. Y tú lo sabes bien, que sufres en tus carnes imposiciones burocrático-estéticas cromañonicas que pueden mandar al carajo un buen proyecto.
No voy a discutir aquí lo que es diseño y lo que no lo es. Ya quisiera tener la cultura e integridad suficientes para hacerlo… Pero, por principios, no estoy dispuesto a tragar con que cuatro santones quieran imponer según su criterio lo que es y lo que no es.
Me gustan esas últimas reflexiones, muy acertadas a mi parecer: la del cromañón en su despacho y la de la practicidad ante el santón de turno que nos quiere endosar un WC triangular, por ejemplo. Efectivamente, el mayor enemigo del diseño es… el diseñador. A veces. Y es que la exageración rompe el encanto del diseño en sí, del concepto. Como mínimo en hostelería. Si en tu casa quieres poner un urinario en forma de labios femeninos -labios de boca, que ya existen en algunas discos de Ibiza- pues bien, adelante. Pero entonces haz un hotel Ikea, no un hotelito con encanto en medio de la Sierra de Gredos, como es el caso de El Milano Real. Supongo que es a eso a lo que se refería el señor Rico en su primera intervención. Al posible exceso de diseño en algunas intervenciones hoteleras que presumen de «encanto».
La otra frase que me ha llamado poderosamente la razón es la del cromañón en su hábitat natural, es decir, el despacho de Concejal de Urbanismo en casi todos los pueblos de España. Y aquí deviene otro largo debate del cual, no ya Fernando, sino los responsables de los partidos españoles deberían participar: ¿están suficientemente reciclados en sus departamentos los militantes con poder decisorio en ellos? Es decir, ¿sabe realmente el Concejal de Turismo de mi pueblo las últimas tendencias que se están imponiendo en España en materia turística? ¿Es consciente su compañero de Urbanismo de su posible desinformación en materia de nuevas construcciones? Creo que éste es un gran debate del cual nosotros somos, sencillamente, víctimas o desafortunados testigos, por decirlo de una manera muy suave. ¡Un abrazo a todos y todas!
Por orden, Cristina. Debo decirte que el recorrido desde la idea hasta la ejecución de la misma, cuando hay que pasar por ayuntamientos, comisiones de Patrimonio, comisiones de actividades clasificadas y normativas sectoriales varias, se convierte en un auténtico grand slalom. Desde luego, la línea recta no es el mejor camino. Hay que tener buena cintura, mano izquierda de pelotari y convertirse en un auténtico fajador. Un amigo dice que la fuerza de voluntad se gasta, pues hay que proveerse de nuevas existencias en cada momento. Hay días (muchos) en los que uno se siente transportado a una película de Fellini cuando se descubre hablando con ciertos elementos de determinados temas: ¡puro surrealismo! Supongo que mi perplejidad ante el pensamiento de estos personajes es similar a lo que ellos piensan de mí… Las cosas no son lo que son, sino cómo son vistas por cada uno de nosotros. Por tanto, paciencia, mucha paciencia, que la meta final es mucho más preciada cuando hemos tenido que superar unos cuantos puertos de montaña hasta llegar a ella.
Sea éste un mensaje de ánimo…, aunque no lo parezca; además, en vuestro caso, siempre digo lo mismo: que le duela la cabeza con estos temas al profesional (en este caso al arquitecto), pero no al promotor. Y bueno…, qué contarte de toda esta energía, Paco. ¿Te imaginabas hace unos años en un debate como éste? Creo que esto es lo mejor de todo. Sin duda todos crecemos compartiendo conocimiento y reflexiones de nuestra experiencia. A veces, cuando diseño algún proyecto «raro», la primera dificultad que contemplo es la manera de contárselo al promotor, momento donde el proyecto entero se puede ir al traste. Después, ese momento se repite frente a los funcionarios de turno. Como decía, una carrera de obstáculos. Pero ¿podéis imaginar la cara de ciertas personas cuando Rafael Aranda (Les Cols) les contase el hotel (?) que quería construir? Yo he experimentado cómo retorna el color a la faz de muchas personas cuando por fin contemplan construido algo de lo que han dudado hasta la médula y se han negado a construir. El patrón de los constructores debería ser Sto. Tomás: ver para creer… Está claro que para ganar hay que arriesgar, aunque a veces se puede perder. Es el peaje que debemos pagar para progresar. Además, en todo este asunto, Paco, creo que estás siendo un poco abogado del diablo. Cualquiera que te conoce sabe cómo aprecias la innovación. El diseño, en todo caso, debe ser traductor del pensamiento; el pensamiento está en constante cambio, y el diseño es la herramienta de la que disponemos para no quedarnos obsoletos.
Magistral sentencia de nuestro Kappel Meister Architekt: el diseño es la herramienta de la que disponemos para no quedarnos obsoletos. Viene a decir algo así como que si el azadón es el utensilio más práctico para pequeñas labores de jardinería en mis manos no haría germinar ni una sola coliflor… Pero si lo agarran por donde débese los labriegos-pintores de Porquera de los Infantes, que es el pueblo de La Ruina Habitada, entonces podemos disputarnos las coles ellos y yo cuando utilizo la herramienta-diseño de mi querido iMac. ¿Me explico?
Excepcional debate… Aquí sí se ponen en fase las ideas. Primero, decir si tuviera que empezar mañana a montar un hotel haría lo siguiente:
Seguiría eligiendo la misma Casona Asturiana que elegí, que fue un flechazo y por que es el tipo de edificio que me gusta para compartir con mis huéspedes, porque la historia de sus moradores pasados me apasiona.
Le encargaría el proyecto a Jesús y seguirá el mismo proceso que siguieron Fernando y Jesús en la Ruina Habitada. Estoy seguro que no sería una copia de La Ruina Habitada, pero tampoco sería el hotel que es hoy. Sabríamos conjugar la historia pasada del edificio, añadiéndole una nueva historia: la presente.
Del proceso estoy seguro que saldría un hotel distinto. El mismo edificio, pero utilizando los elementos actuales de diseño para hacer posible un lugar donde los huéspedes a los que va destinado tengan confort. Eso lo conseguirá el diseño, la creación…, esa herramienta es la que utiliza con excepcional habilidad Jesús, según he visto en sus obras (no sólo la genialidad de la Ruina Habitada, también las realizadas en el Convento de Mave).
El resto lo tendríamos que seguir poniendo nosotros: el cariño, la profesionalidad, el trato, los pequeños detalles, la amabilidad; en fin, toda la liturgia que hace posible que nuestros huéspedes se encuentren en un destino único, que queden plenos de sensaciones, que efectiva mente den rienda suelta a sus sentidos. Estoy seguro que conseguir todo eso, seria mas fácil desde un diseño de la arquitectura, pensado y concebido por ambas partes.
No es posible estar en contra del diseño, sin estar en contra de la innovación, y no es posible estar en contra de la innovación, sin estar en contra del progreso, el quit de la cuestión es donde esta el equilibrio?.
Mi respuesta personal, después de visitar La Ruina Habitada, es que lo fundamental es unir en un equipo, la experiencia con la innovación, el diseño con la práctica y el conocimiento y ambos utilizar la inteligencia de las emociones, de los sentidos, pensando en aquellos a los que va destinado el proyecto, muy especialmente, cuando nuestro proyecto es un hotel.
Me apetece compartir con todos vosotros una reflexión del arquitecto Rafael Moneo que me ha resultado oportuna acerca de las emociones, de los sentidos y del diseño de las cosas. Dice el autor: El diseño está en las cosas. Vivimos con las cosas, nos acompañan en todo momento. Como si de una fauna y flora artificial que nuestros mayores nos legaron, el mundo de las cosas que nos rodean es «otra» naturaleza. Y en su modestia de seres inanimados, las cosas están siempre ahí, junto a nosotros, reclamando que las usemos para hacerlas vivir. Me gusta ver las cosas anticipando el uso que vamos a darles. La hoz del segador adelanta el gesto de su brazo. La jarra de cerámica que nos sirve agua fresca nos dice cómo asirla y cómo llegar a llenar con ella un vaso. La silla que tengo enfrente me anima al reposo, al ofrecerme asiento y respaldo. Hasta hace poco tiempo -cabe decir que es en el siglo XX cuando el conocimiento científico nos ha hecho contar con la existencia de una realidad no sensorial-, hemos vivido en un mundo en el que los sentidos prevalecieron y con ellos, un mundo de objetos, de cosas, que desde su forma daban muestra de un modo inequívoco de su racionalidad, tanto en lo que fue su proceso de diseño y manufactura, como en lo que iba a ser el modo de usarlas. A lo largo del siglo XX las cosas han cambiado. La realidad inmaterial que nos rodea se manifiesta en nuestras vidas al hacerse presentes otros objetos, todos ellos ligados a un mundo intangible de fluidos electromagnéticos, máquinas que se encierran y protegen en caparazones y carcasas que ocultan y nada nos dicen de su modo de proceder. El viejo mundo de las cosas parece batirse en retirada. Y sin embargo, las cosas siguien estando presentes en nuestras vidas. Cuando se nos pide que elijamos aquella pieza diseñada por la que sentimos debilidad, pienso en todas. Debiendo elegir una, me decido por aquellas con las que comienzo el día: por la brocha de afeitar con su mechón de pelo de tejón y su pomo de marfil, y por la vieja maquinilla Gillette que heredé de mi padre y cuya solidez y perfección británica siempre me asombran. Es mi primer encuentro con las cosas, con esa «otra» naturaleza por la que siento tanto respeto y a quien tanto agradezco su compañía».