El hotel de los sentidos ha nacido

Ayer participé en una de las experiencias colectivas más excitantes de mi vida. Sucedió en Valparaíso, donde el detenimiento del tiempo y la dulce brisa del mar han configurado el escenario ideal para el talento, la poesía y el tesón del ser humano. Valle del paraíso…, ya sabían eso los antiguos.

Después de dos agotadoras jornadas de conferencias, debates y encuentros entre hoteleros e inversores chilenos -en próximas horas escribiré algo sobre su desenlace-, nos citamos un grupo de 12 jóvenes arquitectos llegados desde diversos puntos del país con la organización de estas jornadas (Mireya Danilo, directora de Patrimonio en el ministerio chileno de Obras Públicas, al frente, junto a Isabel Soto), nuestro arquitecto de cámara (como llaman ya algunos miembros de nuestro Foro a Jesús Castillo Oli) y un servidor en el solar arruinado de un antiguo orfanato de niñas en el centro de la ciudad, a dos palmos del mar. Interesado en convertirlo en un hotel boutique, su propietario se apresuró a ofrecérselo a la organización como escenario de un experimento único en su género que tendrá proyección futura en Chile y, probablemente, en otros lugares del mundo.

El día anterior lo habíamos dedicado, con un auditorio más amplio de arquitectos, a inseminar en este gremio el concepto de Arquitectura de los Sentidos aplicada al ámbito hotelero. De entre ellos fueron seleccionados 12 profesionales con los que iniciamos, desde las nueve y media de la mañana de ayer, una visita exhaustiva de aquel solar en ruinas que ardió hace diez años y fue abandonado hasta que su actual propietario lo adquirió con la esperanza de poder allegar recursos para una obra de cierto rango e innovadora en la ciudad. Del hospicio sólo habían quedado en pie sus muros y los huecos de las ventanas, un paisaje que enseguida nos evocó el que encontramos Jesús Castillo y yo el primer día de intervención en La Ruina Habitada. La vegetación se había apoderado de gran parte del solar y se ensortijaba entre los esqueletos de sus paramentos. Resistía a un lado de ese Hiroshima otro esqueleto totémico, el del antiguo patio de luces, convertido ahora en una linterna varada en medio del caos. Nuestro arquitecto de cámara enseguida apuntó un detalle de buen observador: esa pieza que antaño había sido un hueco, una no-construcción, hoy figuraba como la única construcción del lugar. El edificio se había vuelto del revés, lo que confería a su estructura desvencijada un carácter de icono en ese paisaje ruskiniano. ¡Qué espléndida ruina para reunir el talento colectivo de 12 arquitectos y desarrollar empírica y empáticamente una teoría sobre el hotel de los sentidos!

Cuatro grupos de tres arquitectos fueron organizados para desmenuzar sobre el terreno una parcela de proyecto correspondiente a cada uno de los sentidos básicos, salvo la vista, desechada por su predominancia en la arquitectura de hoy y que amenaza con convertir a nuestras ciudades en teatros de esta arquitectura espectáculo protagonizada por Frank Gehry, Santiago Calatrava, Zaha Hadid y compañía. Así pues, durante dos horas largas, esos cuatro grupos fueron inspirándose en aquella ruina para vertebrar, cada uno en su sentido, un lenguaje común y una visión innovadora sobre un hipotético Hotel de los Sentidos.

Tras un breve lunch perfumado de brisa marina, sonidos urbanos y paisaje arruinado, nos trasladamos a la sede de la Universidad Católica de Valparaíso para iniciar el taller arquitectónico sobre el levantamiento planimétrico del solar. Castillo y yo recorrimos cada mesa donde se produjeron encendidos debates, reflexiones conceptuales, esbozos con grafito y, finalmente, planos coloristas donde los equipos de arquitectos fueron alumbrando un proyecto multisensorial de hotel a partir de un espacio real. Durante las cuatro horas que duró el taller les asistimos en todo momento con nuestra idea de la Arquitectura de los Sentidos, los gajes para ellos no suficientemente conocidos del oficio hotelero y, sobre todo, el perfil de los viajeros actuales, sus necesidades y sus deseos. Ultimados los proyectos se fueron presentando uno a uno y generamos al final una puesta en común, con presencia del promotor, que produjo unos resultados de enorme calidad intelectual e introdujo algunos apuntes que prometo ir desarrollando con reflexiones propias en los días venideros. Por supuesto, daré cuenta en posteriores escritos de quiénes participaron en este seminario. He perdido la lista de participantes, pero la recuperaré mañana mismo gracias a mis amigas del MOP chileno.

Por no quedarme mudo, adelantaré que el equipo que desarrolló el sentido del oído propuso un espacio ambivalente de silencio subterráneo y ruidos urbanos en la parte aérea de las habitaciones, con una entrada en penumbra que evoca la del ascensor vertical al cerro Polanco -una maravilla en Valparaíso- y todo alrededor del antiguo patio de luces convertido ahora en tímpano para el deleite sonoro. Sin duda, una propuesta de gran belleza estilística.

Quienes trabajaron el tacto esbozaron un paisaje interior del solar donde las habitaciones del hotel ascendían por los muros hasta recibir el viento fresco matinal de Valparaíso por los huecos de las antiguas ventanas del hospicio. Eso y la presencia del agua que nos acaricia, del fuego que nos quema… En la aproximación al tacto, la poesía no estriba sólo en tocar, sino en ser tocado. Sí, recibir en el rostro la caricia de la brisa.

Otra aportación filosófica muy interesante tiene traslación automática a la técnica. El grupo especializado en el olfato mapeó en solar para proponer una geografía de los olores. La hierba, la comida, el aire, los adobes, la piel animal… El proyecto, expuesto en la pared del aula, parecía un cuadro de Paul Klee. Sin duda, los arquitectos en el futuro deberán introducir en sus proyectos un mapa de los sentidos.

El equipo que trabajó el gusto, probablemente el más difícil de concretar sobre el papel, me ha puesto sobre la pista de una reflexión que trasciende el arte y la fisiología humana y nos catapulta de la física a la metafísica: la espiral de los sentidos. Una genial observación. Vista, oído, tacto, olfato y gusto se aproximan por ese orden a nuestra intimidad en una espiral del espacio y del tiempo. La vista es el sentido que más nos distancia. El gusto, el que más nos aproxima. Imaginémonos recién enamorados: primero nos miramos, luego nos escuchamos, muy después nos tocamos, progresivamente nos olemos hasta, al final, gustarnos.

Cuánto talento el percibido ayer por mis sentidos… Anuncié en la despedida que esta experiencia no caerá en saco roto. Repetiremos la experiencia en otros países, con otros arquitectos. Y quizá en un futuro próximo podamos celebrar un taller conjunto de arquitectos y promotores hoteleros para repensar el hotel de los años venideros, la nueva Arquitectura de los Sentidos.

A todos, arquitectos y hoteleros, les he anunciado estos días que en la sociedad del conocimiento que vivimos ya no debemos competir por ser mejores, sino distintos. Es lo inteligente. Es lo democrático. Es lo poético.

Postdata. Me quedan dos días para estar recuperado del todo del ojo derecho. Temblad, que os volveré a ver en estéreo…

Fernando Gallardo

3 Responses to “El hotel de los sentidos ha nacido”

  1. Cómo me gustaria ver ese proyecto o que nos lo contaras más al detalle. Cada día me das más envidia (aunque tengas un ojo a la virulé). Por favor, cuentanos más de tu encuentro con los arquitectos.

  2. En próximos días iré desarrollando los conceptos que se analizaron en este experimento. Creo que encantará a muchos. Y chocará a todos. Unir esfuerzos para aplicar el talento personal no es algo frecuente en un gremio como el de los arquitectos. Y mucho menos en el de periodistas. Prometo ser explícito e ilustrativo.

  3. Realmente me he quedado impresionado de la experiencia que nos describes. Parece impensable un equipo de arquitectos pensando en el desarrollo de una idea, en torno a una ruina y divididos por cada sentido. No tengo por menos que alucinar, cuando el arquitecto que desarrolló el proyecto de nuestro hotel pensaba en vigas, divisiones, enlucidos y nosotros teníamos que pensar en como se sentiría el huésped y modificar constantemente los planteamientos del arquitecto. Por eso me parece increíble la experiencia.
    No dudo que de este evento que ha contado con tu experiencia y la del arquitecto de campaña, Jesús Castillo Oli, saldrá un hotel realmente de los sentidos. Qué envidia, cuando sea mayor quiero hacer lo mismo. Espero puedas proporcionarnos más detalles cuando vuelvas. Será un placer, leerte y o escucharte.

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