¿Seguimos reflexionando sobre los sentidos? El de la vista, por ejemplo, interesa cada día más a las estaciones de esquí. Sus gestores son conscientes de que a las masas no las arrastra ya el deporte invernal, pero sí las vacaciones invernales. En consecuencia, las estaciones de esquí se están transformando en parques temáticos de la nieve. En España la que primero lo ha entendido correctamente ha sido Formigal.
Gracias al consorcio Aramón, la estación de Formigal se ha beneficiado de privilegiadas inversiones públicas que la han convertido en los tres últimos años en la estación más moderna y ambiciosa de España. Es ya la mayor en extensión y, si algún día se acaba de unir con su vecina Astún, conformará el parque de nieve más extenso de la península Ibérica, por delante de los grandes complejos andorranos de Grandvalira y Vallnord.
Otras estaciones aragonesas y catalanas se mueren de la envidia y critican, cierto que en voz baja, los réditos políticos de una inversión pública tan gigantesca como la obrada en el valle de Tena. Pero no menos cierto es que todos la desearían para sí. Y, además, criticar las inversiones públicas no parecen estar muy de moda en estos tiempos que corren de crisis y aspaviento, donde hasta los más liberales se han reconvertido interesadamente en defensores ultras de la inversión pública con tal de que sus empresas no se vean arrastradas a la quiebra. «Cosas veredes, amigo Sancho», decía Don Quijote… Todos se apuntan ahora a las ayudas de papá Estado.
¿Pero la inversión en Formigal ha obrado por sí sola el milagro? Ni mucho menos. Hay que ser justos y reconocerlo: el gran acierto de Aramón en esta estación de la cabecera del río Gállego ha sido nombrar a un gerente con visión de futuro, capaz de extrer las lecciones oportunas de las emblemáticas estaciones norteamericanas, como la canadiense Whistler, y adaptarlas a los gustos locales con agudeza de esquiador y sabiduría de gestor. Toño Gericó, director de Formigal, se ha curtido antes en la hotelería gracias a su trabajo en la central de EcoHoteles y posteriormente como director del hotel Saliecho, en la misma estación formigalense. Es, pues, un hombre de la casa.
Áreas de esquí libre, zonas infantiles, half pipes para surferos, esquí-ratrack, cafeterías postineras, restaurantes de altitud, competiciones locales y otras de nivel internacional, como los Campeonatos del Mundo de Esquí Junior, disputados en 2008… Todas éstas han sido implementaciones surgidas de la cabeza de Gericó, a quien el valle de Tena entero le debe el llenazo de que goza en estas fiestas navideñas. No cabe un alfiler.
¿Y cuál es el siguiente reto de Formigal? La arquitectura. Toño Gericó iba a asistir a la última jornada de Arquitectura de los Sentidos que no pudo celebrarse el año pasado, pero asistirá a la siguiente. Me lo ha prometido. Allí analizaremos qué se puede hacer más en Formigal. O por qué no se ha hecho ya. Por qué la tradición del turismo invernal obliga a un modelo tirolés de chimenea encendida, aleros de madera labrada, frescos botánicos en las fachadas y todo el mundo se queda tan contento. ¿Por qué gusta tanto un paisaje de pesebre como el creado en el valle de Arán? Paisaje que no deja de ser como una peluca, un moño postizo…
En las estaciones de esquí que gestiona Intrawest, esta multinacional de la nieve irrumpió con una idea transformadora inspirada de algún modo en esta arquitectura de los sentidos que pregonamos en La Ruina Habitada. Sus analistas estudiaron el motivo por el cual las casas de la costa amalfitana dibujaran un horizonte tan colorista y personal. Así los pescadores arrumbaban directamente a sus casas, reconocibles en la distancia por el color de sus fachadas. ¿Y qué utilidad tiene esto en la nieve? Obviamente, cualquier esquiador que se precie es consciente de la dificultad que supone en la última bajada atinar con el hotel o edificio de apartamentos en el que reside. Todos nos hemos confundido más de una vez y hemos tenido que remontar, a nuestro pesar, la última pista. Pues bien, los de Intrawest han solucionado esta pequeña incomodidad pintando de colores reconocibles los edificios de sus estaciones. Un detalle más en favor del esquiador, que es quien paga su negocio.
¿Seguimos hablando de Arquitectura de los Sentidos? Formigal debe ahora sondear nuevos horizontes y suscribirse a la nueva generación de estaciones diseñadas por ordenador en las que se optimiza el transporte suspendido y se minimiza el impacto de tanta infraestructura de cables y pilonas a costa de volúmenes colosales en las bases de los telesillas. Debe apostar por la arquitectura con mayúsculas, como la que abre este artículo en una estación de los Alpes austriacos preocupada por el medio ambiente.
Así, la nieve cobrará otro sentido.
Fernando Gallardo