Años atrás, cuando me iniciaba en la rúbrica de esquí en El País, le pregunté al gurú de deporte blanco Miguel Arias cuál era en su opinión la mejor estación invernal del planeta. Sorprendentemente me respondió que todas las estaciones son la mejor del mundo al menos una vez en toda la temporada. Grandes o pequeñas, deportivas o familiares, aisladas o concurridas, cualquiera de ellas puede ofrecer al esquiador la mejor nieve y el mejor ambiente en función de su estado de gracia. Todo depende del momento.
Después de haber esquiado en más de 200 estaciones en tres continentes níveos puedo certificar que, efectivamente, el ex preceptor de esquí del Príncipe de Asturias tenía razón. Siempre ocurre algo, llega el instante mágico en que la montaña, esa pista que has bajado, te ha ofrecido el mayor placer que recuerdas en este lugar. Siempre hay una ocasión. Un momento feliz. Una hora única.
En los hoteles sucede lo mismo. Es necesaria la crítica, el juicio comparativo, la valoración justa de todo aquellos que supone una estancia de pago. Porque alojarse en un hotel no es sólo el procurarse descanso, sino vivir, soñar, sentir… Hacer suyos los instantes que el lugar ofrece. Interiorizar el espacio y el tiempo. A veces, hasta el más feo de los edificios, incluso la peor de las instalaciones, se convierten en un poderoso imán para tus deseos. Quién no ha experimentado una happy hour en un bello rincón de la nada. Y si el lugar aporta el escenario onírico para sufrir un arrebato entonces ya… Los hoteles se hacen inolvidables gracias a un sólo minuto de pasión. ¿Lo recuerdas?
Arquitectura de los sentidos. Liturgia de la bienvenida. Vivencias… Experiencias… Momentos… Yo he ganado el cielo en el Monasterio de Rocamador, donde confieso que fui feliz como jamás recordaré. Aquellos días irrepetibles se me han fijado a las neuronas como para asegurar que durante ese edilio la casa de Carlos y Lucía fue, sin exageración, el hotel más romántico del mundo.
¿Y el tuyo? ¿Cuál ha sido tu momento feliz? Una puesta de sol maravillosa. Una cena iniciática con nitrógeno líquido y pompas de calabaza. Ese ginger que él, entonces un desconocido, te sirvió en el bar. Tu masaje de lodos del Mar Muerto suspendido sobre las olas. La luna de madrugada que te despertó al desatarse la tormenta. El baño de pétalos de rosas con que celebraste tu último día de San Valentín. Un Lamborghini aparcado en la puerta que atribuiste a aquel hombre con aspecto de George Clooney. Ese perfume a Chanel nº 5 evanescente al tomar el asensor, aunque no hubiera nadie detrás cuando tornaste la vista. La melancolía de la lluvia tras los cristales, hasta que vino la nieve con sus copos debajo de las alas.
Sí, creo que es buena idea… Antes de que acabe el año introduciré en Notodohoteles.com una sección de… Momentos… Tú me puedes ayudar iniciando un debate teórico sobre los Momentos como estrategia de producto en un hotel y elaborando un compendio de los mejores momentos vividos por la clientela en tu hotel o en otros que recuerdes.
Espero tus apuntes.
Fernando Gallardo