Luz, agua, aire, acero, madera, transparencia de las sombras… Quien ha visitado La Ruina Habitada sabe de lo que hablo. Y de lo que Junichiro Tanizaki ha escrito. Es uno de los tres libros fundamentales del proyecto arquitectónico.
En un viaje exploratorio por las 50 arquitecturas más sugerentes de Japón me quedé pasmado por el trabajo del arquitecto Tadao Ando en las afueras de Osaka. El entorno carecía de magia. Incluso era vulgar. Pero eso no importaba. Al igual que me sucedió en Les Cols, el paisaje estaba dentro. Era una introspección de la forma en medio de la nada. Me refiero al templo cristiano más sereno que jamás se ha construido: la Iglesia de la Luz. Un proyecto surgido de mente de un sintoista como el japonés Tadao Ando.
Éste:
Apenas cuatro planchas de hormigón ilustran de la existencia de algo muy sagrado en la tradición cristiana: la cruz. ¿Cabe mayor sensibilidad? Antaño la iconografía religiosa en el interior de los templos servía a fines didácticos, que los fieles aprendieran a reconocer los personajes bíblicos y el devocionario eclesiástico. Pues de este mismo modo, en la actualidad, los fieles japoneses aprenden que detrás de la divinidad, entre la sombra, emerge la luz. Siempre la luz.
El próximo mes de noviembre emprenderé otro viaje exploratorio por el alma arquitectónica, espacial y sensorial de Japón. Nuestro amigo Tange, participante en una de nuestras jornadas, ya me ha puesto sobre la senda de varios highlights que no me debo perder. Uno de ellos, que traigo ahora a colación, es otro de los trabajos más intimistas de Tadao Ando. Otro templo cristiano, para que algún católico me intente convencer de que la religión se practica mejor con el catecismo en una mano y la fusta en la otra. Afirma el propio Tadao: «Pienso que un espacio sacro debe estar de alguna manera ligado a la naturaleza, lo que no significa que tenga que ver con el animismo o panteísmo.»
Visitaré en la isla de Hokkaido, norte de Japón, el Templo sobre el Agua. Me parece en fotos un lugar lleno de magia, serenidad, humildad, belleza formal y espiritualidad zen. Invita a meditar, a detenerse en el camino de la vida, a dejarse llevar por la quietud del agua, a escuchar los propios latidos del corazón (y puede que alguno también la palabra de Dios). ¿No es esto un ejemplo palpable, audible y táctil de la Arquitectura de los Sentidos?
En silencio, pido la paz y la palabra para sugerir que este escenario nos convoque a una emoción colectiva. El estro de diseñar un hotel o un chill out que flote sobre el agua para invitarnos a la idealización de los sentidos. ¿Quién se atreve con ello?