El uso del teléfono fijo en las habitaciones de hotel ha descendido notablemente desde la popularización del móvil. Aquel complemento no desdeñable del negocio hotelero más fácil de administrar que los consumos del minibar vive sus horas más bajas, y nada hace prever que vaya a remontar. Al contrario, la tendencia será a extinguirse, ya que todos los viajeros andan provistos de su pequeño terminal.
¿Solo de eso? Es sabido que ya nadie viaja con el baúl de la Piquer. Ni siquiera los jeques saudíes, obligados a alimentar su harén, cargan o hacen cargar con aquellos pesados arcones que significaban el pedigrí de los antiguos viajeros, como era el caso de Carlos I en su retirada a Yuste. Hoy se lleva la maleta, cuanto más funcional mejor, y desde que los aeropuertos se han vuelto imposibles en cuestión de seguridad, cuanto más pequeña y ligera mejor.
Los hábitos viajeros que se adivinan en un futuro próximo obligan, por tanto, a una redefinición de los servicios hoteleros. Aquellos carros de la belle époque, tirados por senescales de librea, se usan como reliquia en los hoteles de superlujo. Ahora, el viajero carga directamente con su equipaje previa retirada de la tarjeta en el mostrador-expendeduría de recepción. Aquel neceser atiborrado de cosmética y utensilios para las abluciones se ha convertido en un estuche donde apenas figura el cepillo de dientes, el dentrífico, el peine, un cortauñas, unas tijeras y poco más. El cuarto de baño provee a su huésped de un kit cosmético cada vez más atractivo y de marca. Para qué viajar con ese transistor pegado a la oreja si en muchas suites ya se ofrece la dockstation para el iPod. En el armario suele haber una bolsa para la ropa sucia, una gamuza limpiacalzado y hasta un artilugio planchador galán de noche.
Los hoteles más atrevidos colocan en la mesilla de noche una cajita de preservativos. Los más concienciados, múltiples adminículos de belleza para la mujer. Los más fashion, una carta de almohadas para la gente que viaja a cuestas con la suya. Los más rústicos, unas bolsitas con flores secas o fragancias naturales. Los más tecnológicos, un mando a distancia con el que se puede seleccionar hasta el ambiente lumínico de la habitación.
Pero ningún hotel de los que acostumbro tiene el detalle de colocar a la vista un panel eléctrico donde enchufar el ordenador portátil, el iPod o el teléfono móvil. Y, mucho menos, una carta universal de cargadores en las zonas comunes donde el huésped pueda recargar a su antojo la batería de su celular, cualquiera que sea su marca y país de origen. A cuántos no les facilitaría la vida olvidarse de viajar con el cargador a cuestas sin la preocupación añadida de que el enchufe sea compatible con el del lugar.
Tiene delito que para beneficiarse de tal utilidad haya que ir a Uganda, donde existen puestos callejeros como el de la imagen superior que sí ofrecen este espléndido servicio.
[En la columna derecha hemos instalado un panel de encuesta para conocer realmente el grado de utilización de estos artilugios]
Fernando Gallardo | @fgallardo Comparte este artículo
Pues yo utilizo bastante el teléfono de la habitación, pero sólo para recibir llamadas. Dejo en mi casa los teléfonos de todos los hoteles en los que voy a estar en los siguientes días y por la noche me llaman desde casa, con tarifa plana claro, a la habitación del hotel.
El uso del teléfono (desde la habitación hacia el exterior) era el chollo para el hotelero, porque sin hacer nada, y digo nada, se metía en la buchaca un dinerillo más que interesante. Ahora, cuando te llaman al hotel te das cuenta del escaso servicio que muchos «mostradores» de recepción dan: a veces hasta el tono 20 no te cogen, y más si es una hora muy intempestiva de la noche…
En todo está el servicio…