Por la Galicia eléctrica (in memoriam)

Con un poco de suerte, la bruma envuelve en celofán la carretera de descenso hacia la ría de Muros-Noia. El paisaje adquiere un aspecto dramático, inescrutable, fuera de este planeta. Apenas se distinguen los límites del asfalto y, en cada revuelta, unos cables eléctricos que surcan repetidamente el bosque. El viaje adquiere, de repente, la máxima emoción. Al borde del agua surge la silueta espectral de una central eléctrica que el arquitecto Antonio Palacios -autor del célebre Palacio de las Comunicaciones, actualmente sede del Ayuntamiento madrileño, y del edificio madrileño sede del Círculo de Bellas Artes- diseñó en 1924 para la Sociedad Gallega de Electricidad (hoy, Fenosa), junto a varias construcciones administrativas desperdigadas por la ladera. Todas con nombre propio: la Casa del Jefe, la Cámara de Carga, la Casa de los Maestros, la Escuela de Cornoas…

Gonzalo Gurriarán o algún miembro de su familia salen al encuentro del recién llegado con ese sentido de la hospitalidad que practicaban los monjes de la antigua pesquería cisterciense adscrita al monasterio de Toxosoutos, a cinco kilómetros del lugar. Reconocidos profesionales de la hostelería -el patriarca ejerció de director en Paradores y luego fue responsable máximo del grupo hotelero zaragozano Palafox-, los Gurriarán acogen sin mayores trámites en medio de la tormenta y acompañan al huésped cuando le corresponde una habitación solitaria en uno de los anexos.

Sin tomar en consideración las menudencias decorativas, el pasmo del aislamiento y la sensación de soledad deseada constituyen un verdadero lujo en la España superpoblada del litoral. Para qué irse a una isla perdida si el lugar habitado más próximo es el Pazo do Tambre, gestionado también por la familia, a una hora de sendero pedestre por las orillas boscosas del Tambre. Según las condiciones meteorológicas, desde el hotel se organizan actividades de turismo náutico, kayak en la ría, excursiones en bicicleta, rápel, escalada, amén de un pic-nic más descansado bajo los eucaliptos, en un remanso que hay junto al puente colgante, detrás de la central.

Buena cena, buen colchón

Da igual mojarse bajo el sempiterno calabobos gallego, pues al final del camino, en uno u otro sentido, aguarda una cena de cocina honrada -lo mejor de la casa-, un buen colchón sobre el que esparcirse y calefacción (eléctrica, claro) en todos los rincones del dormitorio.

Poco a poco se irá descargando el hotel de sus estampados florales, sus lacitos repollo y demás adornos campiranos heredados de sus anteriores gestores. Otras habitaciones surgirán por ensalmo en recónditos pliegues del bosque, prometen con entusiasmo los nuevos. Mientras tanto, son especialmente recomendables las agrupadas en el interior de la Casa del Jefe, con galerías abiertas sobre la ría. Nadie quiere luego irse de aquí.

[Este texto salió publicado en EL PAÍS el 11 de julio de 2009. Durante sus últimos años al frente de la cadena Palafox Hoteles, herencia muy bien administrada y extendida por el diplomático Felipe Sanz, Gonzalo Gurriarán soñaba con jubilarse en su Galicia natal en compañía de su esposa, Adela Mosquera, y de sus hijos, para quienes creó la sociedad Pazos y Naturaleza de Galicia Rural. En varias ocasiones nos reunimos con el objetivo de pulir la idea y acariciar con mejor crédito el proyecto de un hotel de los sentidos en las umbrías del Tambre, allá donde las meigas atlánticas danzan solas y parlotean dormidas. Gonzalo y Adela participaron en una de las primeras jornadas que organizamos entre hoteleros en La Ruina Habitada. No asistía un parvenu del turismo con encanto, sino un docto profesional de la hotelería que había tocado ya todos los palos del gremio, entre otros el de dirigir ese monumento de la hotelería universal que es el Hostal de los Reyes Católicos, en la plaza compostelana del Obradoiro. Recuerdo muy bien su expresión mientras admiraba lo que habíamos creado en la ruina palentina. Atónito, pero inteligentemente, quiso él también sumarse al sueño de la Arquitectura de los Sentidos. Meses más tarde entró a gestionar la vieja Pesquería del Tambre con toda la familia. Fue uno de los primeros y más animosos suscriptores del clúster de innovación hotelera que acabamos de constituir estos días. Pero apenas tuvo tiempo para más que ocuparse de su estómago y sobrevivir a la verdadera crisis, esa pasarela que cuelga sobre las brumas de la ría y nos lleva temblorosa de una orilla a otra, de la vida a la muerte. Descanse en paz Gonzalo Gurriarán].

Por la Galicia eléctrica. Pesquería del Tambre, un paisaje de ribera con una curiosa central proyectada por Palacios y el mar muy cerca

Fernando Gallardo (@fgallardo)

3 Responses to “Por la Galicia eléctrica (in memoriam)”

  1. Sin haber ido a Galicia, intuyo esa bruma. Sin haber sido mojado por esa impertinente pero simpática lluvia, me siento humedecido por el calabobos. Iluminado por esa fábrica de electricidad recóndita y agasajado por una ilustre familia de hoteleros gallegos…El tono grave y apesadumbrado de Fernando Gallardo en estos dos recordatorios nos hacen ver que efectivamente se ha ido alguien grande, tanto en lo profesional como en lo humano.
    Quizás el más y mejor homenaje – espontáneo, sincero, sin artificios – que podríamos hacer en reconocimiento al innovador Gurriarán no debería ser otro que continuar con el Clúster de Innovación hotelera, dándole cuerpo y al fin forma en Solares.
    Eso está en nuestras manos. Sin duda.
    Un abrazo muy grande a la familia Gurriarán desde Mallorca.

  2. Mi más sentido pesime y mi apoyo más sentido a la familia Gurriarán.

  3. Mi más sentido pésame también para la familia Gurriarán.

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