Adiós a la caspa, ¡uf!

Fue un amor a primera vista, lo confieso. El día que me senté a almorzar en el parador de Santillana del Mar con el presidente de la red estatal, Miguel Martínez, supe que las anchoas de Santoña me iban a saber mejor. Yo venía de dar una ponencia en la Menéndez Pelayo santanderina sobre la Arquitectura de los Sentidos en un curso organizado por la UIMP en colaboración con los Paradores de Turismo. Y el presidente Martínez no quiso perder la ocasión de conocer al «ogro de los desayunos» paradoriles. No hubo ceremonias, ni mayor liturgia que un cordial apretón de manos. Al grano, entendí que deseaba. O sea, a las anchoas.

Me gusta, pensé. Este hombre no se anda por las ramas, ni deja su anterior cargo de alcalde para jubilarse en la poltrona del dolce far niente turístico, por muy amigo que sea de ZP. Este hombre viene a quitarle la caspa que aún le resta a nuestros paradores. Conversamos sobre la política nacional, pero sobre todo sobre filosofía de vida, sobre las relaciones humanas, sobre el mundo de la empresa y del trabajo, sobre los proyectos que merecería una red como la de Paradores de Turismo. Y, claro, intercambiamos pareceres sobre algo que no habían sabido digerir sus antecesores en el cargo, ocupados quizá en otros decisivos menesteres. La caspa que todavía evidencia esta institución adalid del turismo de calidad en todo el mundo.

Así, mientras no recuerdo qué pescado del Cantábrico regalaba nuestra mesa, pasamos revista a las células muertas que seguían cayendo del pelo de la cadena estatal. Una de las más notorias, el uniformado del personal, que nos retrotrae a aquellos tiempos de los Coros y Danzas del Movimiento, cuyo vestuario encendía de fervor patriótico a nuestro Dictador y enaltecía el hecho diferencial de su régimen. Nunca lo he podido publicar por no herir susceptibilidades nacionales, pero ahora que muerto el perro se acabó la rabia lo confieso. Cada vez que se me acercaba a la mesa una camarera de parador sentía en el vuelo de sus faldas y de su camisa nueva que alguien desde atrás me cantaba el «Montañas nevadas / banderas al viento».

Históricos sí, pero no tan historiados, les solía repetir a los distintos presidentes de la cosa en nuestros sucesivos encuentros informales. A los jóvenes de hoy, que serán los clientes de mañana, no les seduce mucho sentarse en una silla de Isabel La Católica, aún vigente en algunos paradores. Ni deambular por una arquitectura de Exin Castillos que les devuelve a los Lego de su reciente infancia. Ni que les miren fantasmas incógnitos desde el interior de esas armaduras y esos yelmos que aún permanecen expuestos en algún parador (¿o ya los habéis quitado todos?). Tampoco es cuestión de ponerse en plan Starck e iluminar el claustro de la Seo d’Urgell como el St. Martin’s Lane, de Londres. Lo único que requiere nuestro sacrosanto hogar turístico español es ser un espejo de lo que somos ante el mundo, sin tópicos y sin complejos. Que se siga sacudiendo la caspa de otras épocas sin olvidar de dónde venimos y adónde vamos. Que fije, pula y dé esplendor a la herencia común, sin soslayar que compartimos el planeta con otros seres igualmente comunes. Que extraiga lo mejor de cada uno de sus empleados, sin perder de vista que ellos mismos son lo mejor de Paradores. Que practique la liturgia de la hospitalidad, sin convertir el beneficio empresarial en protagonista único del rito. Que haga caso al arquitecto Jesús Castillo Oli y su propuesta de suite-spa, mecachis. En fin, que innove, experimente y anticipe el futuro porque hoy ya es historia.

El primer acto entra en escena: Paradores ha presentado esta mañana sus nuevos uniformes.

Gracias, presidente Miguel Martínez, por guardar el yugo y las flechas en el baúl de Karina.

Fernando Gallardo

3 Responses to “Adiós a la caspa, ¡uf!”

  1. Fernando, en este artículo te «has salido». Pero qué razón tienes. Sigue en tu línea de cambiarnos el paso y no te pierdas el enlace, al respecto:

    Paradores pone fin a la guerra de los trajes regionales

    Saludos desde el curso de Protocolo en el modernísimo parador de Alcala.

  2. Renovarse o morir.
    Realmente un aire nuevo era necesario.

  3. Puede ser el inicio del gran cambio que necesita esta gran casa.
    Me alegro infinito. Seguiremos esperando nuevos signos.

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