Próxima parada: el futuro

¿Serán así los hoteles en el siglo XXII?

Como algunos escritores de ciencia-ficción ya predecían, el futuro nos pisa los talones y, en algunos casos, nos alcanza con descaro. La obscena y mediocre codicia que ha provocado la actual crisis mundial, junto a la presión demográfica, el calentamiento global y las crecientes necesidades energéticas, de alimentación y agua, están poniendo a prueba nuestras desorientadas sociedades humanas. Muy posiblemente estas grandes presiones económico/culturales sean las precursoras de sensibles cambios sociales y, por tanto, de la renovación de algunos paradigmas del turismo y la hostelería.

¿Qué buscan -buscarán- en los hoteles estos nuevos viajeros de la era digital? ¿Cómo seducir -ahora y en el futuro cercano- a cada uno de esos viajeros? ¿Puedo plasmar las esencias que les emocionan -emocionarán- para atraerles a mi hotel? Y, sobre todo, ¿a qué ritmo cambia todo lo anterior y, por tanto, cada cuanto tiempo necesitará readaptarse la nueva hostelería a las nacientes preferencias?

Aunque somos todavía una potencia mundial en turismo, tal parece que el actual modelo ha tocado techo y se encuentra en franco declive. Por el camino se han destruido patrimonios culturales, paisajísticos y monumentales, enterrados por el cemento, la sobreexplotación y la desidia que hacen peligrar una parte significativa del pastel turístico conquistado. Sin embargo, la explosión del turismo rural, la nueva conciencia ecológica y la rápida evolución estético/cultural de la sociedad han permitido -y permitirán- la recuperación de lugares poco valorados anteriormente y que conservan gran parte de su atractiva idiosincrasia original. Edificaciones, pueblos y paisajes antes olvidados son un efervescente caldo de cultivo para multitud de proyectos que buscan el detalle, el encanto y la emoción para atraer al visitante.

Me gusta imaginar que esta crisis que nos atropella, como revulsivo inicial, y el “hotel de los sentidos”, como estandarte/amuleto, definirán un nuevo paradigma del alojamiento basado en la emoción. Y que, con diferentes fórmulas y estilos, podremos escondernos, amar, dormir, e incluso soñar, en “espacios sentimentales” hechos por seres humanos para seres humanos y no por financieros-vampiro para turistas-rebaño. Hoteles “delicatessen” que permitan saborear todos y cada uno de los impagables lujos emocionales que puede aportar el ancestral refugio-cueva de la prehistoria o el caravanserai de los nómadas del desierto, reinterpretados para este inquietante y sugerente siglo XXI.

Desde esta perspectiva, el hotel como ejemplo de lugar ajeno y fugaz pero que nos acoge sin preguntas tendría que ser un “templo emocional”, un puzzle de sueños, recuerdos y anhelos donde cobijarnos y sedimentar/compartir las impresiones del viaje. Sus habitaciones, unas “criptas mágicas” cuya labor alquímica principal sería transmutar el turismo en un arte: el arte de viajar. Desde el viajero, pero también el arte de la hospitalidad, desde el anfitrión/hostelero, desarrollando un proceso similar al seguido por la actual restauración, transformando una necesidad física, la de guarecerse/descansar/dormir, en una experiencia cargada de esencias, cultura, sorpresa y emoción. Un camino de difícil culminación por su complejidad, condicionamientos financieros y normativos y también por la brutal aceleración histórica que trasforma día a día nuestra sociedad hacia un futuro poco predecible y sin respuesta clara para sencillas, y hoy algo demagógicas, cuestiones.

¿Continuarán realizándose los llamados “viajes de negocios” a ferias, reuniones y congresos o los profesionales y empresarios se comunicarán por video-conferencias y hologramas virtuales? ¿Desaparecerán, por tanto, los grandes hoteles de 3-4 estrellas, dejando en los extremos contenedores low-cost automáticos y resorts-fortaleza de un lujo prepotente, estandarizado y sin alma? ¿Existirán vacaciones/turismo como en la actualidad o la saturación poblacional y de destinos o las limitaciones energéticas y de seguridad restringirán los viajes “libres”, tal y como los conocemos ahora? ¿Seguirán existiendo los pequeños alojamientos rurales con encanto o quedarán desiertos los pueblos donde se enclavan por la emigración o muerte de sus últimos, y hoy ya, ancianos habitantes?

Primero la idea, y después el experimento, del Hotel de los Sentidos en Valparaíso, me parecen el genial arranque hacia la utopía del “hotel perfecto” como laboratorio necesario para investigar sobre los lugares donde habitar y convivir (no solo pernoctar) en los futuros desplazamientos de la era Internet. Su reto más importante será diseñar un modelo capaz de absorber los cambios materiales, tecnológicos y sociales que se avecinan y reinterpretarlos al servicio de unos clientes cada vez más informados, sofisticados y exigentes. Y, además, intentar ralentizar/humanizar el endiablado ritmo que nos encadena a la conexión permanente, vía móvil o Internet, y a los viajes relámpago (los inefables fines de semana y puentes).

¿Merecerá la pena, en un futuro cercano, tanto estrés físico y mental, tanto consumo energético (y su brutal impacto ecológico) solo para desconectar algunos días y volver a estresarnos por el retorno masificado y el reencuentro con los problemas? Supongo que sí, pero únicamente si tal viaje, cualquier viaje, se convierte en una experiencia renovadora capaz de estimular nuestra sensibilidad para conocer y así conservar y mejorar el entorno que acabamos de visitar. Y también si el hotel, cualquier hotel, se trasforma en un nuevo espacio emocionante y vivo; que nos habla, nos estimula, nos tranquiliza y nos acoge para, finalmente, dormir; ese momento en el que somos más frágiles, pero también más auténticos. En cualquier caso, abrir nuevas vías para corregir la dinámica caníbal del actual capitalismo y su turismo destructor, alienante y homogéneo. Evitar con sensibilidad y empatía que acabemos devorándonos mutuamente destruyendo la naturaleza y las relaciones humanas en una orgía de traslados en manada, hoteles/colmena y recepcionistas/robot.

La crisis que estamos padeciendo puede ser un punto de inflexión, y reflexión, y este Foro de la Ruina Habitada una de las pocas oportunidades de hacer propuestas, sin necesidad de ser un experto, para avanzar en las bases de un cambio con las diferentes perspectivas profesionales y personales de este lugar común (y virtual) que no existía.

Tengo la sensación, quizás demasiado optimista, de que todavía se pueden explorar algunos caminos para dar un golpe de timón y proponer alternativas, plausibles y atractivas, al turismo-plaga que nos asuela. No conozco, ni de lejos, la fórmula para superar las contradicciones y desafíos de un mundo tan primitivamente humano y financiero como el nuestro, pero estamos obligados a encontrarla porque ya hemos llegado a la próxima parada.

Luchemos juntos porque no sea la última.

Nacho Latorre, hotel Valle de Oca

2 Responses to “Próxima parada: el futuro”

  1. Estimado Nacho, realmente extraordinario tu análisis, con aportaciones como esta y otras que todavía no emergen, pero seguro lo harán, es practicamente imposible, no llegar a conclusiones eficaces, que hagan posible un futuro para nuestros hoteles, fue un placer conocerte en Jávea y por supuesto un placer haber leído este articulo, espero conseguir hacer una escapada a tu encantador hotel y poder seguir charlado contigo, un abrazo

  2. Enhorabuena Nacho, responderte sería repetirte… estamos en la onda..!! Este es el camino. Hasta pronto.

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