Mi ósmosis con Japón

Japón es una escuela para los sentidos. Es el motivo que me lleva hasta allí esta semana. Unos pocos días en Tokio, que siempre ofrece alguna novedad reseñable: los últimos edificios-tienda diseñados por SANAA, Toyo Ito, Herzog & De Meuron… Una escala posterior en Kanazawa, en la costa norte de Honshū, cuyo Museo de Arte Contemporáneo del siglo XXI se va a convertir en la referencia de los centros culturales de última generación. El edificio, proyectado por el dúo Kazuyo Sejima + Ryue Nishizawa, carece de fachada reconocible al ser un círculo descompuesto que ofrece múltiples caras al observador. Algunos juegos visuales van más allá de lo recreativo y se plantean como trampantojos o guiños espaciales. Véase la imagen superior, que nos muestra la instalación del creador argentino Leandro Erlich: una piscina falsa con diferentes planos de visión, se mire desde arriba o desde abajo.

El viaje continuará a Koyasan, lugar pletórico de santuarios budistas y uno de los centros espirituales zen de Japón. Allí dormiremos en un templo sin más confort que el saberse un ente espiritual en este mundo crítico. Será toda una experiencia. Si de allí no salimos fortalecidos en la percepción de los sentidos es que no existe Buda.

Como es de rigor, la última semana significará el retorno a esa casa nuestra que es Kioto. Una ciudad inexistente. O, mejor dicho, la ciudad anónima. Informe. Kioto se descubre en sus pequeñas entradas, en sus accesos iniciáticos, en sus engawas recoletos, en la pequeñas cosas de la cotidianidad. Inimaginable un Gehry, un Calatrava por aquellos lares. Sólo Tadao Ando y los múltiples elogios de la sombra que se proponen en sus tiendecitas incógnitas, en sus restaurantitos de pulcro diseño, en sus galerías de arte minimalista (por la galería y por lo expuesto), en los templetes sintoístas que se serían como fractales en un monte sin énfasis geográfico.

Claro que sí. Volveremos al Templo de las Mil Puertas, al sur de la ciudad. Y, cuando alcancemos la cumbre, que no será antes del crepúsculo, cuando el arrebol celeste se diluya en ese otro arrebol de las hojas de arce en otoño, nos quedará más claro que nunca el axioma iniciático de los sentidos.

La arquitectura de los sentidos es aquella que se siente por ósmosis. Y nada más.

Fernando Gallardo

One Response to “Mi ósmosis con Japón”

  1. Leí este artículo con particular atención en el momento de su aparición y me llamó mucho la atención la obra de Leandro Elrich, al que Fernando cita como ejemplo de trompe l’œil (quizá siguiendo la estela del maestro de Figueras). Recomiendo a todos que visiteis su página web porque es un sorprendente despliegue de imaginación y creatividad.
    Pero el verdadero motivo de esta entrada es comunicaros la reciente inauguración de una de estas increibles instalaciones de Elrich en el Museo Reina Sofia, de Madrid. Os dejo el enlace por si os interesa el tema. Al menos, no nos dejará indiferentes, eso seguro.

    http://www.museoreinasofia.es/museoreinasofia/live/exposiciones/actuales/leandro-la-torre.html

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