Chile va a cambiar la vida de muchos. No es casualidad lo que está sucediendo, sino el fruto de mucha ilusión, una gran dosis de curiosidad, serenidad y templanza suficientes… y esa pasión que nos hace vivir cada día un poco más y un poco mejor. Mi idilio con el país andino comenzó un 31 de julio de… ¿Para qué dar fecha? La room mate de mi novia de aquel entonces, a fuerza de compartir muchas horas de pisito de estudiantes en Madrid, me convenció para emprender un viaje por la Araucanía y visitar su padre, ex ministro de Educación, en la metrópoli chilena. Anduve un mes por la región de los Grandes Lagos en contacto con los indígenas mapuches y sus tradiciones de insurgentes, beodos o nigromantes aniquilados. Un año después regresé en compañía de dos colegas periodistas por el confín planetario de los fiordos magallánicos. Esta vez, el viaje constituyó una expedición en toda regla de tres meses de duración que nos llevó a singlar en una embarcación neumática el inexcrutable enjambre de canales, penínsulas, islas e istmos tachonado entre el Puerto Ingeniero Ibáñez, en los Andes, y Puerto Natales. Además de entrar en contacto con los últimos indios alakalufes, el último de los cuales falleció hace justo un mes (Alberto Achacaz), rodamos un documental para Televisión Española y efectuamos trabajos de cartografía de la zona para el Instituto de la Marina de Valparaíso. Una borrasca subpolar crónica impedía el reconocimiento de los campos de hielo norte y sur por la precariedad de los satélites cartográficos existentes en esa época.
Pasaron algunos años hasta que no regresé a ese lugar, cuando el hotel Explora Patagonia exigía mi inspección y descubrí que había sido emplazado por el promotor Juan Ibáñez y los arquitectos Germán del Sol y Pepe Cruz en el mismo Salto Chico donde al final de aquella mentada expedición plantamos nuestra carpa de descanso. Volví más tarde a Chile para inspeccionar el otro hotel Explora, en Atacama, y también para esquiar en las pistas de las Termas de Chillán junto al wunder team austriaco. Sí, ese que tuvo como rey indiscutible del deporte blanco al memorable Hermann Maier, del cual recuerdo sus troncales perneras mientras enfilaba un vertiginoso descenso hacia nuestro hotel.
Aún tuve otro encuentro con Chile el año pasado, que dediqué a revisar la ampliación del hotel Explora Patagonia y a esquiar en las estaciones cordilleranas de Valle Nevado, La Parva, Farellones y El Colorado.
El de este año ha sido mi enésimo rendez-vous con el país de los copihues y los neveros mayestáticos, el «país de gran longura», como gustaba de llamarlo Alonso de Ercilla en su epopeya versificada de La Araucana. Se comprende que me sienta en él tan a gusto, tan en casa. Lo tendría sin dificultad como mi segundo hogar. O, ¿por qué no, el primero?
Confieso ello por el ánimo de leer a Paco S. Rico en su reto de iniciar un proyecto que cuenta con todos mis parabienes. El propietario de El Milano Real exhorta a constituir un grupo de inversores para desarrollar en Chile un posible Hotel de los Sentidos. A priori, suena bien. Sueña bien y nos hace soñar a todos mejor.
He sostenido esta mañana una larga conversación con nuestro arquitecto de cámara, Jesús Castillo Oli, en la que hemos logrado -como siempre que lo hacemos- dejarnos llevar por la insensatez y proponer a quien desee recoger el guante una pequeña locura. El ajustado presupuesto que se puede barajar en Chile no causará ningún desaguisado entre quienes se sumen a esta razonable pérdida de la razón.
Oye, ¿y si se conformara un fondo de inversión puramente entre hoteleros y propusiéramos un experimento con el grupo de jóvenes arquitectos que participaron en aquel Taller de Arquitectura de los Sentidos en Valparaíso?, le espeté a Jesús a primera hora del día. ¿Te imaginas el ruido mediático que se conseguiría allí tras la experiencia del Puerta América, en Madrid?, continué. Podría ser un experimento apasionante y no necesariamente baldío. Nunca se ha emprendido nada así. ¿Te atreves?, finalmente le inquirí.
¿Un hotel de los sentidos en Valparaíso?, balbuceó. Piensa que estos arquitectos son desconocidos para nosotros, pese a los días que compartimos con ellos y al experimento que allí tuvo lugar. Yo del trabajo que se desarrolló estoy muy contento, pero siempre por lo que tuvo de experimentación. Si eso se tiene que materializar (no me refiero a aquellos proyectos en concreto, sino la idea de construir algo sobre la base del análisis de la arquitectura a través de los sentidos) creo que la cosa cambia bastante. Porque, veamos, el resultado puede ser incierto e incluso incoherente. Y concluyó su razonamiento.
A mi manera de entender, lo interesante en la propuesta de Paco S. Rico es indagar en una dinámica así, trocear las ideas y juntarlas después en una reflexión común, explorar vericuetos insospechados, subvertir el escenario de la creación arquitectónica, incluso avanzar instintivamente por la vía del absurdo sensorial. O la realidad que no llegamos nunca a descubrir, repliqué. Y ando estos días muy inquieto con la propuesta ideológica sugerida por el grupo de trabajo de Patricia Ojeda en nuestro taller de Valparaíso acerca de la espiral de los sentidos. Nada he encontrado escrito sobre la materia. Y deseo que ella investigue algo de esa espiral obtenida de la constatación directa de cómo funcionamos en la percepción de los fenómenos a través de los sentidos. Tengo previsto un pequeño estudio divulgatorio en esta página sobre la sinestesia.
Más práctico y comprometido con la razón, Jesús abordó entonces el problema de cómo diseñar un proyecto con tantas mentes pensantes, sobre todo porque ninguno de los arquitectos asistentes a estas jornadas forma parte de un equipo consolidado. El experimento de las jornadas de Valparaíso funcionó bien como experimento, pero después el proceso real es mucho más largo y farragoso. Y yo soy muy cabezota y perfeccionista (sé que es malo), pero es así. Tras un ligero titubeo, pronunció: ¿sabes qué te digo?, que podemos probar.
Celebré su adscripción a la nube de los sueños disparatados porque así nació el concepto de La Ruina Habitada. Y porque siempre he pensado que el mayor disparate de la Humanidad ha sido salir de la cueva y diseñar arquitectura. Así nos va, claro, pero así somos y así nos llamamos. Y así hemos llegado al siglo XXI sin que ningún diplodocus nos deba nada. Mira Jesús, le advertí, los mejor de nuestras jornadas en La Ruina Habitada es que hacemos a la gente repensar el espacio y volver la vista del revés para saber mirar. Una conclusión repetida por ti es que la buena arquitectura sólo emerge del diálogo permanente entre el promotor y el arquitecto. Pues mi empeño en este Foro de la Ruina es propiciar ese debate continuo. Y la idea de Paco S. Rico puede convertirse en una plataforma para el entendimiento normalizado promotor-arquitecto. ¿No ves que ahora surge una espléndida oportunidad para demostrar que no sirve para nada o sirve para todo?
En el plano de la palabra un proyecto es fantasía, y merece ser considerado, pero cuando el edificio se construye y la fantasía deviene realidad el resultado puede ser distinto al previsto en el experimento. Conozco muchos colegas míos que hablan muy bien, piensan muy bien, pero proyectan muy mal, sentenció nuestro ínclito arquitecto. Aunque añadió: no sé si es factible…, quizá habría una forma de racionalizar eso.
Quizá la clave sea que sólo uno proyecte, pero los demás aporten un desarrollo ideológico, sugerí.
Para que eso funcione, inquirió Jesús, se pueden hacer dos cosas. Una es encargar distintos proyectos a distintos arquitectos con total independencia de proyecto, no de concepto. Y otra es que un estudio coordine un gran equipo de trabajo con distintas líneas de investigación, pero con una coherencia interna muy fuerte. Ambas propuestas tienen sus perversiones, claro. El hotel Puerta América, por ejemplo, es un compendio de propuestas totalmente independientes ante una misma necesidad. El edificio no tiene coherencia, por tanto hay plantas muy buenas y otras que son una verdadera porquería, como muy bien sabes.
A lo cual respondí que, primero, el Puerta América ha sido un laboratorio que ha dado muchos frutos publicitarios a sus promotores, lo cual ya lo hace válido en términos de rentabilidad económica (si se incluye parte de la inversión en la cuenta de explotación por márketing). Y, segundo, el hotel incita a sus huéspedes a probar otras habitaciones, lo que les obliga a repetir estancia, que es el ideal de cualquier hotelero.
Tras una hora de conversación aún tuve energías para recordar cómo un equipo con espíritu colectivo y ansia de experimentar llegó a proclamarse campeón de Europa de fútbol este verano. Experimentar que se podía ganar, a pesar de la maldición que parecía recaer sobre la idea de lo español. Hubo un proyecto, un director y unos creativos que llevaron a ese equipo a la victoria. ¿Lo recuerdas tú, Jesús?
Sí, pero ya sabes lo que decía Mies: los médicos entierran sus errores, pero los arquitectos no, y eso luego lo padecemos todos. Si queremos calidad sin riesgo e innovación sin ditirambos me quedo con un experimento más parecido al que ejecutó Carlos Ferrater en el hotel Juan Carlos I de Barcelona: eso es Arquitectura con mayúsculas. Y aún más experimental, pero tremendamente coherente, sensato y calculado es lo que hicieron RCR en Olot: de nuevo hablo de Les Cols. Si queremos afrontar un experimento con garantías hemos de estar todos de acuerdo en practicar con la arquitectura, escrita con mayúsculas, concluyó Castillo.
Experimentaremos, pues, con la Arquitectura de los Sentidos. Hasta pronto, Jesús.
¡Chile! Yo pisaré nuevamente las calles… Si sale adelante el proyecto de Paco S. Rico yo me comprometo personalmente a asistir con ideas al grupo de trabajo que se forme entre los promotores y los arquitectos. Me comprometo personalmente a asistir de manera periódica a las reuniones preparatorias y en la dirección de obra. Me comprometo personalmente a verificar los resultados y determinar sus consecuencias. Me comprometo personalmente a ser el primer huésped en alojarse de conejillo de indias en este Hotel de los Sentidos. Y me comprometo personalmente a hacer todo esto con carácter gratuito.
Fernando Gallardo
Observo encantada cómo se va cociendo este proyecto fascinante y disfruto leyendo cada día todo lo que aquí se dice. Por favor, no dejeis que se quede en un mero sueño y seguid adelante con ello. Yo aportaré todo lo que este en mi mano (a soñadora no me gana nadie). Pongamos en una coctelera todas nuestras casas, nuestras experiencias y nuestros sueños y hagamos realidad no sólo un Hotel de los Sentidos, sino un nuevo concepto de hotel sin el cual el viaje no tenga sentido. Un destino en sí mismo. No sé si desvarío, pero no me importa. He trabajado muchos años en publicidad y lo más divertido y gratificante para mí era un buen brainstorming. Adelante con las ideas. Estoy con Paco. Se puede hacer.
Después de desmenuzar el artículo cuál agricultor preparando el campo para la siembra se me quedan entre los dedos muchos conceptos todos ellos interesantes. Hablamos de soñar, locura (qué es la locura sino una pérdida de la razón), experimentación, reflexión, explorar, subvertir, creación arquitectónica, avanzar, absurdo, sinestesia (es la que más me preocupa), PODEMOS, disparate, repensar, volver, diálogo, plano de la palabra, proyecto, CONCEPTO, investigar, coherencia. Aunque todos ellos ordenados dan lugar a mi entender a la INNOVACION a través de la calidad, no exenta desde luego del riesgo, que es lo que hace el proyecto más provocador. Vamos a practicar con la arquitectura como nos propone Jesús.Si queremos?…. PODEMOS.
Dicen que imaginando, te emocionas, suspiras y hasta te irritas, es mágica invencible y oportuna, es simplemente: imaginar.
Gracias también a Fernando por COMPROMETERSE el primero.
Estuve despistado unos días y no fué hasta la semana pasada cuando leí la propuesta de Paco Sánchez. Confieso que desde ese momento, y al observar las reacciones de los demás, algo me pide acción e ilusión. La idea de crear un fondo de inversión para acometer un proyecto de hotel con encanto en Valparaíso me parece formidable. Desconozco Chile, pero confío plenamente en el criterio de Fernando, y según sus comentarios, este proyecto-experimento puede sumar arquitectura de los sentidos y rentabilidad. Por lo tanto, os manifiesto mi interés y máxima ilusión por estar en este proyecto, me parece osado, brillante y posible. Será más adelante cuando habrá que hacer números y sopesar las fortalezas y debilidades del proyecto, pero tiene muy buena pinta. Contad conmigo.
Sólo quiero decir que leyendo estas reflexiones de Fernando y Jesús me quedo extasiado. No sé si es un sueño colectivo, una realidad virtual o el inicio de un proyecto realista, pero los compromisos de Fernando me parecen muy valientes y comprometidos, lo que me producen un alto estímulo. Espero poder contar con medios, para participar en este proyecto. Realmente es muy ilusionante.